miércoles, 17 de febrero de 2016

MAL PAGADOS SUDORES.

Lo he escrito varias veces y hoy lo reitero, si es que se quiere ver así, con la machaconería del abuelo Cebolleta.

Soy un obrero artesano desde la temprana edad de los once años y tengo... ¡Qué más da! Quiero decir que conozco el esfuerzo físico del obrero -según nuestro Diccionario de la Lengua, "persona que tiene por oficio hacer un trabajo manual o que requiere esfuerzo físico y que es empleada por otra persona, y recibe pago"- para ganarse la vida, que se decía, lo que ahora se debería decir, pura subsistencia precaria.

¡Cómo no voy a conocer el sudor laboral!. A mí, como a cualquier otro obrero, claro que trabajando me han sudado las axilas, aunque reconozco que en mi oficio se suda muchísimo menos que en algunos trabajos que hacen sudar a sus trabajadores por todos los poros de sus piel, incluida la de los mismísimos cojones, como son el campo;

la minería; la pesca; en la albañilería; las fundiciones metalúrgicas; y en otros muchos rudos trabajos que en este momento me parece tonto, por mi parte, apuntar, pues el escrito sería redundante, interminable y de poco aporte.

Este comentario lo hago para corregir equivocaciones de quién, por haberme atrevido a comentar los elitistas sudores sobaquiles del líder de Podemos, el señorito Pablo Iglesias,

yo, porque no he tenido familiares rojos condenados a pena de muerte e indultados por los malísimos franquistas, por participar en las tristemente famosas "sacas" de personas decentes durante nuestra guerra de Liberación, y que ni siquiera en mi familia ha habido miembros del grupo terrorista FRAP, asesinos de miembros de la Policía y Guardia Civil, no fuera capaz de valorar adecuadamente los mal pagados sudores de los trabajadores españoles por cuenta ajena, y los de algunos autónomos, que tampoco son mancos sus esforzados sudores. 

Para terminar con los sudores "he de declarar y declaro", que el sudor del obrero, como el de cualquier trabajador honrado, aunque no huelan precisamente a rosas, ni generen el aroma romántico del jazmín, dignifica a la especie a la vez que denuncia a los desvergonzados disfrutadores de perfumes caros,

que a su costa se enriquecen y engordan como auténticos cerdos; como auténticos cochinos.

Dicho lo dicho, abrazados a mi guitarra española, echare mano a una estrofa de una de las mejores sevillanas que he escuchado en mi dilatada vida:

Sevilla tiene una cosa, que solo tiene Sevilla.
Que solo tiene Sevilla
Luna, Sol, Flor y Mantilla
Una risa y una pena
Y la Virgen Macarena 
Que también es de Sevilla.

¡Qué bien va sonando mi guitarra!

Por Eloy R. Mirayo.

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