lunes, 3 de junio de 2013

PARA LOS QUE NUNCA HAN CREÍDO.

Para los que nunca han creído; para los que han dejado de creer y para los que están planteándose la estúpida posibilidad de dejar de creer en los milagros, ahí les presento una prueba irrefutable de su existencia; mejor dicho, ahí, en ese hueco en mitad de la sencilla hoja de mi blog, está la prueba casi palpable de que existen los milagros y que, solamente Dios (o los santos y santas del Cielo, con la ayuda de Él), es capaz de realizarlos, por muy difíciles que pudieran parecer, como era el caso que nos ocupa.

Fijándose en la fotografía, a pesar de su trasnochado look, y del impresentable atuendo a lo
Pipi Calzas Largas, se puede observar como milagrosamente la mona Chita, se nos ha convertido en Jane en un pis pas. Habrá -¡cómo no!- quienes crean, por maldad o por ignorancia, que la deslumbrante transformación o reciclaje de la señora Fernández de la Vega, es simplemente un buenísimo trabajo muy meritorio, eso sí, minucioso e infatigable de uno, o varios cirujanos plásticos y de un equipo bien nutrido de excelsos restauradores de antigüedades.

Imposible de todo punto; no hay al día de hoy, ni jamás ha existido mano humana -ni egipcios; ni romanos ni árabes; ni el gran Leonardo da Vinci, ni Miquel Ángelo Buonarotti; ni siquiera la bruja Lola- capaz de realizar tan notabilísima obra de arte o de súper brujería avanzada. Solamente la mano del Dios infinitamente bueno, sabio y poderoso está la posibilidad de realizar tan exagerado prodigio.

No podría ser de otra manera pero, en la improbable hipótesis de qué ciertamente hubiera sido obra del buen oficio de unos seres humanos a imagen y semejanza del Sumo Hacedor Celestial (el doctor don Enrique Monereo y su equipo. Pero no se lo digáis a nadie), los españoles deberíamos estar contentos y orgullosos viendo, en doña María Teresa Fernández de la Vega, a donde van a parar una gran parte de nuestro muy trabajados dineritos.

¡Alégrese mi muy querida señora pensionista! No se enfade ni ofenda porque este año le hayan congelado la pensión, o se la hayan aumentado la sabrosa cantidad de dos euros. Alégrese porque todo su sacrificio sirve para que la señora de la Vega pueda alcanzar, como se puede ver en la foto, una estética menos ofensiva para quienes la vean, que la natural que trajo de origen.

Esta clase de gentuza, con nuestro dinero, puede cambiarse su caraculo, por una careta de Liz Taylor, Ava Gardner o Marilyn Monroe. Pero ustedes, señoras pensionistas de viudedad, y ustedes, parados de larga duración, sin ningún tipo de subsidio, si en boca no les queda un solo piño, olvídese de como sabe un filete; olvídese de roer unas chuletas y olvídese del turrón de guirlache.



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