jueves, 23 de mayo de 2013

APARECIÓ DON JOSÉ MARÍA.

Apareció en la televisión don José María Aznar, con la pose tan singular a la que nos tenía acostumbrados en su etapa de presidente del gobierno, que daba la sensación, no sé si cierta, de ser una especie de macedonia a base de sequedad castellana; antipatía a flor de piel; alejamiento del populacho; superioridad manifiesta; autoritario intransigente; autosuficiencia; mirada fría y penetrante; verbo reflexivo y sentenciador; y confianza en sus determinaciones. En pocas palabras: un tipo antipático e inaccesible para el pueblo llano. Pero muy válido para un sistema político como el que nos han puesto sobre la cerviz, como si fuera el penoso yugo de un arado romano –los que, como yo, sean de pueblo, seguro que saben de lo que hablo-.

“Asumiré mi responsabilidad con España, mi partido y mi conciencia”. Esa fue la contestación de don José María a la pregunta de la presentadora, Gloria Lomana, de si piensa volver a la política activa.

Creo que el señor Aznar, si de verdad piensa mantener su enunciado: España; Partido y Conciencia, debería darse prisa en ir a buscar la “responsabilidad” a la que renunció cuando, irresponsablemente, a mitad de su segunda legislatura, se dedicó a decir y hacer estupideces, como aquello del cuaderno azul, donde decía tener escrito el nombre de su sucesor. Ni siquiera el asqueroso Zapatero se mostró tan irrespetuoso con el cargo que ostentaba. La dejación de sus deberes fue tan tremenda que, cuando estallaron los trenes, aquel maldito día 11-M, no fue capaz de reaccionar como de un presidente de gobierno se espera. Su irresponsabilidad permitió que se celebraran unas elecciones que debió suspender, por estar salpicadas con la sangre de 190 víctimas mortales, más cerca de 2.000 heridos. Y, su responsabilidad es la que ha propiciado que desde entonces, marzo de 2004, aún no se sepa quiénes fueron los verdaderos autores de aquella masacre, aunque muchos lo intuyamos.

El señor Aznar no puede hablar de responsabilidad cuando, irresponsablemente, puso plazo a su estancia en la presidencia del gobierno, quizá con la idea de rentabilizar su “sacrificio” por España y los españoles, en plena juventud. Eso no es así, don José María; eso no es así. Cuando una persona, sin que nadie le ponga el pistolón en la sien, decide por verdadera vocación dedicarse con denuedo y decencia a la nada cómoda profesión de político y, por su inteligencia y valía llega a la presidencia del gobierno de la Nación, en este sistema (que por enésima vez he de decir que detesto), solamente las urnas tiene el derecho a decidir su cese en el cargo. Busque usted, señor ex presidente; trate de recuperar su responsabilidad, olvidada el día que nos dejó, a propios y ajenos, en manos de la peor de las plagas que han caído sobre esta maltratada piel de toro: el zapaterismo, reforzado de estupidez y maldad, en el marco del socialismo.

“España, mi Partido y mi conciencia”. Don José María, ese es su credo; el mío –el nuestro- es ¡Dios, Patria y Justicia!

No hay comentarios: