lunes, 4 de junio de 2012

EL DESEO DE SER ANIMALES.

Indigna matanza de toros de lidia, de un tiro en la testuz, en un matadero de Salamanca. Para regocijo de los antitaurinos el toro de lidia ya no muere en los cosos sino en asépticos mataderos, donde un matarife les mata sin gloria para la victima ni para el matador. Triste final para un toro que nació para la lucha; para el arte y la estética de riesgo. La noticia es que, por unas u otras causas, la fiesta de los toros va decayendo temporada tras temporada sin que nadie encuentre la forma de relanzarla, a pesar de que hay sobre nuestra “piel de toro” más plazas de toros, habida cuenta que en muchísimos pueblos, los ayuntamientos -no encontrando “mejor cosa” en donde acrecentar su deuda-, pueden presumir de tener una y, echándole un par, hasta cubierta para no mojarse cuando llueva. Y es que La Fiesta, forma parte de nuestro acervo, aunque últimamente unos cuantos cursis extranjerizados, estén como moscas cojoneras, fuñe que fuñe, contra ella, aduciendo un amor hacia los toros, que les empuja a la lucha contra quienes les inflige sufrimiento.

Siempre me ha llamado la atención la gente que se esfuerza por conseguir un trato más humano para los animales, aunque, en su empeño, den un trato de animal a los humanos. Y, en el máximo de ese delirio, hay quien alimenta a sus mascotas, como dicen ahora, con auténticos manjares (“dame el mejor filete de solomillo, mira que es para mi nieto”. Era para su perro), habiendo a muy pocos pasos quienes apenas si tienen un mendrugo que llevarse a la boca; hay quienes les ponen a sus perros gabardina y zapatos cuando les sacan a pasear si esta lloviendo, cuando a muy poquitos pasos hay quienes apenas tienen ropa para cubrirse y caminan descalzos; hay quienes se gastan varios miles de euros por perros de tal raza y, una pasta larga en alimentación, vacunas y revisiones veterinarias, mientras en muchos lugares del Mundo hay quienes se esta muriendo por no tener atención médica; hay quienes se gastan miles de euros en operaciones a sus mascotas, mientras Médicos Sin Fronteras, entre otras organizaciones humanitarias, no pueden operar en el cuerno de África a seres humanos por faltarles material quirúrgico.

Eso me hace pensar que, en la mayoría de los casos, no es AMOR por los animales lo que les lleva a hacerse visibles en esas causas, sino, en el deseo más íntimo, ser ellos mismos animales: perros, gatos, loros, conejillos de indias y hasta serpientes de cascabel, chimpancés o víboras, en algunos casos sin necesidad de mutación.

Volviendo a la Tauromaquia y al toro bravo o de lidia, creo, aunque no soy demasiado aficionado, que el futuro es muy sombrío. La charleta vocinglera de los antitaurinos, por si sola es como una gota en el océano; el autentico peligro viene, por un lado, desde el mismísimo mundo del toro: empresarios, ganaderos, toreros y sus representantes; y, por otro lado, los políticos. Unos, desterrando la fiesta de su territorio por su españolidad, y otros, por quererle sacar, vía impuestos, hasta los tuétanos en forma de euros.

La Fiesta, como a una vaca lechera, en cada ordeño no se le puede sacar más leche que la que el animal es capaz de producir; una corrida de toros no puede darse si los toreros exigen unos cachés por encima de los ingresos por taquilla; los empresarios, como lejos de perder dinero lo que quieren es forrarse con un festejo, promocionan a malos toreros, medrosos y baratos, que alejan a los aficionados; y los ganaderos, que al fin y a la postre aportan una de las piezas fundamentales, el toro, se ve empujado, por su bajo precio, a asesinar de un tiro en la testuz a más de 500 toros e incluso la tropa de vacas.

Dicen que para ver caballos de pura raza española, los mustang o mesteños, hay que ir a verlos a los Estados Unidos de América. Dentro de muy pocos años, para ver una corrida de toros, nos tendremos que desplazar a Francia o a algún país hispanoamericano. Pero eso si, las calles de las ciudades españolas seguirás de por vida sembradas de excrementos de perro, sólidos y líquidos. Y tú y yo, que no tenemos perro, tendremos que aguantar los ladridos de los perros de los vecinos que, muy humanamente, mantienen encerrado en una pequeña casa a un animal que nació libre.

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