lunes, 21 de mayo de 2012

LAS PIEDRAS ESTÁN TRANQUILAS.

Llegó en negativo la crisis a España, de la mano de banqueros estafadores y políticos corruptos e incultos. En el resto de Europa y del Mundo, exceptuando unos pocos países con las mismas peculiaridades (banqueros estafadores y políticos corruptos e incultos) han sabido orillar la crisis y, en mayor o menor medida, están creciendo económicamente y, esa mejoría, les está sirviendo para inyectar dinero en sus industrias, logrando de manera tan sencilla, rebajar la tasa de desempleo.

El socialismo español, de Zapatero y sus rufianes, durante los últimos ocho años ha conseguido que mientras los demás países serios de nuestro continente van viajando en primera, nosotros hacemos el mismo viaje descalzos, porque hasta las alpargatas se nos han llevado, y como las señoras pilinguis, por los rastrojos. La Democracia nos ha “premiado” desde noviembre de 1975 hasta el día de hoy, seis inútiles gobiernos que, en contubernio con diecisiete autonomías y más de ocho mil ayuntamientos, no han sido capaces mas que de irnos empobreciendo hasta tal punto, que será necesario el sacrificio de tres generaciones, si se produce el milagro de aparecer alguien capaz de hacer las cosas bien, además de ser exageradamente honrado y honesto. Esa es la única manera posible para que poco a poco logremos ir sacando la nariz por encima de la superficie que nos está asfixiando.

Se preguntaba una persona, hace unos pocos días: ¿que receta usarían aquellas personas que después de la guerra, con casi todo el mundo en contra; con los campos abrasado, sin posibles cosechas, con la cabaña prácticamente extinguida; sin industria, arruinadas por falta de respaldo económico, fue capaz de gestionar aquella pobreza, hasta  convertirla un esperanzado caminar hacia la propiedad, por quienes jamás habían tenido derecho a ella? Y, con cierta preocupación, me decía que llevaba un tiempo dándole vueltas en la cabeza un asunto que le tenía en vigilia permanente, pues podría ser que alguna cosa tuviera un sesgo impensable.

Cuando en bancos y cajas se abría una hipoteca para la compra de una vivienda, esas entidades de crédito reconocían el valor de dicha vivienda, por la que hacían entrega del dinero y establecían la forma de pago por parte del hipotecado y este, lo único que podía hacer era firmar la montaña de documentos que le ponían delante, cubiertos de  letritas minúsculas en formación de clausulas difícilmente comprensibles. Todo iba bien, la gente trabajaba y con el fruto de su honrado trabajo pagaba religiosamente, primero, como obligación innegociable, los intereses. Y, aun así, la cosa iba bien hasta que a los desvergonzados Zapatero, Solbes y la señora Salgado, se les escapó la crisis que escondieron buscando y logrando la reelección para seguir en el gobierno, después de haberla negado más que negó Pedro a nuestro Seños Jesucristo. Con el derrumbe del mercado de la vivienda las empresas crediticias, con el apoyo de los políticos, decidieron bajar el valor de los pisos pignorados, haciendo subir canallescamente el diferencial de la deuda, de manera que resulta imposible su satisfacción, y tras la ejecución de la orden de desahucio, sigue endeudado de por vida y otra vida más que tuviera.

La pregunta sería ¿si los bancos y cajas han bajado el valor de los pisos hipotecados, al bajar los precios de los pisos en el mercado ordinario, los volverán a subir cuando el mercado se recupere? ¿Repondrán las viviendas avalistas, desahuciadas, a sus legítimos dueños cuando la deuda se nivele por el alza de los precios? Si, y dándose el caso, devolver la demasía cobrada con los réditos correspondientes.

Después del último punto y aparte, me doy cuenta de que soy Eloy R. Mirayo, un ente atípico como vosotros que vivo en un país arruinado en sus valores, más que en su economía, en el que por si eso no fuera suficiente desgracia, se ha instalado el reinado de la inmoralidad absoluta que con su inmundicia ha llegado a infectar hasta los pilares de la Justicia; de tal forma, que ha llegado a ser administrada por las sucias y prevaricadoras manos de jueces que la usan para su propio beneficio y como energía que de lustre a su ego o, como en el caso del Presidente del Poder Judicial, usar, presuntamente, sus dineros, para pagarse viajes de ocio y divertimento.

“El que esté limpio de culpa que tire la primera piedra”. Señores, en este país las piedras están muy tranquilas e sus lechos naturales sin temor a ser molestadas.

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