lunes, 9 de enero de 2012

TODA ESPAÑA (3).


No conozco Soria, y tampoco Palencia; de las dos sé que una es “famosa” por sus mantas, y la otra por su riquísima mantequilla que si conoce mi paladar; una y otra, aunque solo fuera por estos dos productos, merecerían ser visitadas, con un buen abrigo en invierno. 

De un salto nos vamos al Levante. Murcia, mi patria chica, ¡Pos pijo! ¿Cómo estando en la huerta de Europa, no vamos a probar sus productos más típicos en la Venta de la Virgen? Habas con jamón, con mújol, con bacalao; michirones, para quienes no habéis tenido el placer de comerlo, son granos de habas en una salsa riquísima en la que el jamón y el chorizo triunfan plenamente; esta delicatesen se come cogiendo los granos con los dedos y pelándoles con los dientes; también se deja comer el Pipirrana; el buen vino de Jumilla es un magnifico compañero de estas viandas. Hay que visitar a La Fuensanta en su basílica, e ir a recorrer los pueblos del Mar Menor y, si es el tiempo, subir a la Unión y asistir a los cantes de Levante, donde se cantan unos “martinetes” acompañados por instrumentos de percusión; y si apetece, una vuelta para ver  la Manga. 

Alicante, Valencia y Castellón, son tres provincias muy acogedoras; un clima agradable durante todo el año –un poco caluroso en verano- que invita a ir y volver con frecuencia; playas de arena fina y aguas templadas que acaparan un gran número de turistas. Las tres capitales, llanas como la palma de la mano, se hacen cómodas para pasear; la horchata es algo… se me cae la baba. La torre del Micalet -El Miguelete en castellano-, esa hermosa muestra de la arquitectura gótico levantina, que es la Catedral de Valencia, donde también nos vendría bien rezarle a Dios, para darle gracias por habernos dado ojos para ver tanta belleza. 

Lérida, no la conozco por culpa de un ilerdense; me trató con tal desprecio, que me quito las ganas de entrar a ver la ciudad, pero prometo que en “na y menos” me pasearé por sus calles, comeré su comida y beberé los vinos de aquellas españolas tierras. Tarragona, me gusta, si; me gusta un montón; allí probé por vez primera el “pan tomaca”, y la butifarra banca y negra, bien mojadita con el buen vino del Priorato, y la crema catalana, y… también probé la simpatía de un guardia urbano.  La Tarraco romana; la importancia de su conjunto arqueológico, ha servido para que sea considerado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

Barcelona; ¿Quién puede poner en discusión su belleza? Lo dice la canción “que bonita es Barcelona, perla del Mediterráneo”; un grandísimo Puerto; unas avenidas modernas, y muy largas; La Sagrada Familia ¡Jo va! Antonio Gaudí fue un genio que nos ha dejado un magnifico legado; mirando esa magnifica obra y caminando por las ramblas he llegado a sentirme barcelonés; el barrio gótico, saliendo de la catedral por una de sus puertas, es una muy bonita sorpresa; la subida a Montserrat a ver a la Moreneta; Montjuic, y desde lo alto, ver correr las fuentes de Buigas y, al fondo, las torres de entrada a la feria; el Parque Güell, resulta tonificante para el Alma y el cuerpo un paseo por sus caminos entre la vegetación y la floresta. Toda Barcelona es bella e importante; muy ricas las monchetas con butifarra acompañadas por los vinos del Panadés. 

Gerona; lugar en donde descubrí el edredón de plumas ¡que gustirrinin! Eso fue hace muchos años; no se si ahora, después de tantos años se siguen conservando la cantidad de puentes sobre el Ser, entonces ya habían soterrado un buen tramo del rio; Gerona es una pequeña gran ciudad, abierta y amable, que recibe una gran cantidad de turismo invernal y en el verano, unos veraneantes de calidad en su Costa Brava. 

Zaragoza; no se puede evitar la obligatoria visita al “Tubo”, ese vinillo embocado,  que te lo sirven en un gran vaso, para que no te falte en el recorrido que le vayas dando a las enormes tapas; y, desde allí, a la plaza a ver la Catedral y la Basílica. La plaza, no ha perdido belleza a pesar de los esfuerzos de su alcalde, que ha puesto un mamotreto con agua corriente, casi a la puerta del Pilar y, cerca de la Catedral una especie de caja de plástico o cristal verde, que creo que sirve de entradas a unas ruinas en el subsuelo. Zaragoza es una ciudad y una provincia muy bonita, cuna de  Francisco de Goya, del General Palafox y de Agustina de Aragón (de adopción) que está bañada por el Ebro; visita obligada: el Monasterio de Piedra. 

Teruel; si queremos frío no hace falta ir más lejos. Pero también podemos visitar el mausoleo de “los Amantes de Teruel”, pasear por la plaza de “Torico” y, si nos cansamos, sentarnos en una de sus terrazas en compañía de una buena ración de jamón de la tierra mojadito con vino de Cariñena.

Mañana, más.

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