viernes, 6 de enero de 2012

TODA ESPAÑA (2).


No se me ha olvidado Huelva; si no la he nombrado es porque, desgraciadamente no la conozco in situ. Pero, sigamos repasando cada centímetro cuadrado de la Nación más bonita del Mundo.
¿Quién, en el Mundo, no ha oído hablar de Extremadura? Los descubridores extremeños contribuyeron en gran medida al progreso en esa parte del Mundo que ahora se conoce como Latinoamérica y que para mi, siempre será Hispanoamerica. Hay que perderse -no conozco Badajoz, aunque está en mi agenda- por la región cacereña: el valle del Jerte, la blanca nieve en sus cumbres confundiéndose con la floración de los cerezos al comienzo de la primavera, tornándose en verde y rojo del color de sus cerezas por la cercanía del verano, y, siguiendo la senda, Plasencia ¡Que bonita es Plasencia! Hay que acercarse a sus martes turísticos
Y ¿qué se puede decir del Cáceres antiguo? Para decir algo coherente primero hay que cerrar la boca, abierta por asombro; en Trujillo, bajo los arcos de la plaza se come la mejor caldereta de cabrito que jamás se haya uno comido, bien acompañada con vino de Montánchez. 
De allí, a Toledo ¡¡¡Toledo!!! Yo he olido en su interior el hedor producido por el asedio rojo en las ruinas de su Alcázar, y disfruté oyendo decir a mi padre que la bandera, rojo y gualda de la España Grande y Libre, no fue arriada por la sucia mano roja. Todo Toledo es una obra de arte, donde los ojos del turista se pierden por tener tanto que mirar. 
Cuenca; es necesario subir la cuesta hasta la plaza de la Catedral, si crees, entra en ella y reza un Padrenuestro; asómate, si no sufres el mal de altura, por una de las ventanas de las casas colgadas, que no colgantes; ah, no dejes de subir a la Ciudad Encantada. 
Ciudad Real; es quizá una de las capitales turísticamente menos visitadas, tal vez por eso conserve una personalidad propia muy acusada, pero, dejar perderse la mirada por aquella llanura… hay que visitar la comarca del Campo de Calatrava. 
Guadalajara; allí, en el Casino y en la emisora de radio actué con la Tuna; en el Hotel España, nos invitaron a comer un par de huevos fritos con patatas que aún conservo su sabor; arquitectónicamente no es Toledo o Cáceres, pero no se puede dejar de visitar, bien merece la pena.
Yéndonos hacia el norte tenemos Ávila, no solamente hay que fijarse en las extraordinarias murallas, dentro de ellas encontraremos una ciudad de recias edificaciones y recias gentes, templadas el  frío del que disfrutan durante muchos meses del año. Iglesias y conventos, llanura castellana barrida por el viento –ese que es, según un gilipollas, dueño de la tierra-. 
Segovia; la catedral ¡cómo no! La tarjeta de visita que nos dejaron los romanos: el Acueducto; el Alcázar, la iglesia de la Vera Cruz… y el cochinillo de “casa Cándido” y, después, un paseo por sus viejas calles y visita, corta visita a Zamarramala, en su fiesta de las Águedas en los primeros días de mayo. 
Burgos; aún se conservan, como recientes, el paso del Cid y de Francisco Franco. Miraflores, las Huelgas y ese riachuelo que entre dos calzadas discurre plácido; la Catedral, saqueada por las hordas comunistas, que solo dejaron, porque pesaba una barbaridad, el sepulcro de los Condestables.
Salamanca, ciudad de rancio abolengo universitario. Cruzar el puente romano y entrar en la ciudad, ya es algo, pero es mucho más cuando en su plaza mayor recorres las fachadas de sus edificios con la vista ¡Grandioso! Pero además, es tierra de toros y de grandes toreros (El Viti). Valladolid; gran tierra de buenos vinos, algunos fermentados en cuevas que, como en Fuensaldaña, los puedes degustar en una, abierta al publico, donde te sirven un exquisita tortilla de patatas y un chorizo que quita el sentido, pero además, esta el palacio que fue Sede de las Cortes Castellanas, posteriormente llegó a ser la Capital del Imperio…

Continuará. 

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