La élite del gobierno socialista, con Pedro Sánchez a la cabeza, se quejan -lloran, patalean y se arrastran por los suelos- de que les llamen golpistas -dura y muy dolorosa acusación que se hace, en este caso, contra quienes no han dado golpe en toda su pu… pi pi pi… vida-.
¡Que jodios! Son inasequibles al desaliento en la lucha porque una verdad: “sois unos corruptos”, no arruine una gran mentira, “la economía nacional va como un cohete” (Pedro Sánchez). Los españoles sencillos y decentes -la gente de VOX, y poco más- pensamos que es de gilipollas quejarse de eso, algo que es muy cierto, cuando se les está identificando en la mayoría de los hogares españoles desde el primer atisbo de vida del nuevo día, hasta que el sueño -después del Chiringuito- vence la resistencia de los párpados, con frecuentes “recordatorios” de sus madres: “si es que son unos hijos de puta” -eso no es afirmar por mi parte que todas las madres del rojerío nacional sean putas-. ¡Y “reconocimientos” de sus padres -los que es posible reconocer como tal- “¡míralos! son tan cabrones como sus padres” -por arriesgada tampoco hago mía en el cien por cien esa afinación.
La aparición del embustero Pedro Sánchez en lo más alto de la magistratura de la política española, en compañía de su muy numerosa plaga de obedientes clérigos de la rapiña, consumatas de coca y putas, de porros y chaperos, además de arruinarnos para dos o tres generaciones -¡joder! me quedo corto- ha sido capaz de hacer mas grave, mas basta, menos elegante la “panoplia” de insultos y tacos en uso, y que desde tiempo inmemorial -ese tiempo tan lejano- apenas si había pequeños retoquitos. Es ahora cuando al: “hijo de puta”, se le ha “mejorado” con: “eres un cabrón hijo de la gran puta”. Que me dicen a mí -¡lo que me cuesta creer! – que es lo que tienen que escuchar, por lejos que pongan al pueblo, todos, o casi todos los miembros del gobierno actual.
Eloy R. Mirayo.
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