No solo desde la inteligencia de un orador se puede crear un fluido discurso que permita ser entendido perfectamente, sobre cualquier materia.
También con alguna que otra salvedad, desde la imbecilidad entreverada de hijoputismo; sumando un súper sonoro soporte de incontrolables decibelios e inconsistente verborrea, pueden conseguir el mismo efecto entre las personas presentes cada cual en su foro, ambos abiertos al público. Claro queda que todo depende de la calidad intelectual de quienes se acercan poniendo los oídos, los que lo hacen con la sana intención de enriquecerse culturalmente, o de quienes ponen uncidos, como las bestias a la carreta, a la ideología izquierdista del orador, que ponen las orejas simplemente para escuchar el refrendo de su propia imbecilidad, en boca de otro
habrá quien dijera imbecil. Pero yo, no.
Se me viene a la cabeza el caso de un médico; uno de esos médicos de barrio,
también de pueblo, que los más mayores les hemos conocido y disfrutado en nuestra niñez y adolescencia que por su humanidad en el trato al paciente y los resultados conseguidos con su conocimiento profesional, habida cuenta de los medios de la época, alcanzaban justificadísima fama; fama que se vio en muchísimos casos defraudada por el abandono de muchos pacientes, por la aparición de "sanadores,"
gentes desvergonzadas en su atrevimiento; incultos profundos que apenas si eran capaces de unir comprensibles un par de vocablos, que decían "curar" cualquier mal sin ninguna clase de medicamento. Unos dando pequeñas estampitas de vírgenes y santos, que debían de tragarse porque "una vez dentro del cuerpo, se producirá el milagro"; otros a manotazos por todo el cuerpo, que debían ser recibidos con fe porque "solo por las malas te saldrá el mal de adentro"; y otros asquerosos con la guarrada de soltarles sus eructos en pleno rostro a sus pacientes porque "solo de esta manera juirá el demonio que se te metió en la entrañas".
El médico siguió atendiendo científicamente, como es natural, a las personas que siguiendo haciendo uso de la inteligencia confiaban en sus conocimientos para recuperar la salud, y la recuperaban.
Para entrar en la consulta de cualquier clase de "sanador" y recibir los eructos; tragar estampita o recibir la paliza,"medios milagrosos" que aseguraban haber recibido del mismísimo Dios Padre; a petición de la Virgen María, para sanar sus males, los pacientes tenían que esperar vez en una dolorosa fila de personas que daban la vuelta a su chabolo.
Si parece cierto que lo ocurrido en la Medicina con la aparición de aquellos farsantes, es un calco de lo que está ocurriendo en la política nacional que, del mismo modo puede llegar a ser presidida por un imbécil con master adulterado, como ya nos ha informado la no lejana experiencia, que por una persona perfectamente preparada, dependiendo de que alguien de esas prendas aparezca y, en ese remoto caso, que la mayoría sean oídos, o por el contrario sean orejas. Noviembre nos lo dirá con claridad.
Sin creer que sea mérito propio, diariamente doy las gracias a Dios, por seguir creyendo en las personas que con muchísima calidad, humana y científica, ejercen la Medicina; ahora con muchos más medios.
Es moralmente desolador, escuchar como se expresan la mayoría de los políticos (salvemos a VOX), para la desgracia de España y de todos los españoles, que hemos de soportar la espada de Damocles
sobre nuestras desprotegidas cabezas, de ser gobernados por la hez (la barricada había perdido su encanto; el soldado ya no veía detrás de ella al «pueblo», sino a rebeldes, a agitadores, a saqueadores, a partidarios del reparto, a la hez de la sociedad)
de esta sociedad, formada por los "sanadores" eructadores de la extrema izquierda. ¡Qué asquito!
Eloy R. Mirayo.
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