Aquí estoy, en la bonita ciudad de Teruel;
la tercera de las capitales aragonesas, en su plaza del "Torico". Así la vemos, vacía; pero lo cierto es que en el buen tiempo los bares de la zona montan sus terrazas y resulta muy agradable en cualquiera de ellas tomar un buen aperitivo.
Decir que me encanta Teruel es expresar repetido, lo que me produce ver y estar en cada una de las capitales de España ¿qué queréis que os diga? ¡Yo adoro hasta el más pequeño fragmento de tierra de mi Patria! (Incluyendo las que están bajo nuestras Aguas Jurisdiccionales). Y enamorado de ella hasta las trancas moriré, cuando Dios decida que ha llegado el momento.
Después de mi primer largo paseo por sus calles, sentí la sensación agradable de haber estado paseando por el pasillo de mi casa; no lo digo haciendo mención del tamaño, sino de lo cómodo, amable, y hasta entrañable, diría yo, que me resultó. Todo lo miré con avidez; todo, menos al jodido puente viaducto que une las dos partes de Teruel;
fui incapaz de pasar más de tres o cuatro metros, cuestión del mal de altura. Tanto vano me acojonó.
Estas fotos son del interior y la torre de la Iglesia de San Pedro. Cosas que ven los turistas son: el Mausoleo de los amantes; la catedral; las torres Mudejar de El Salvador y San Martín; los arcos del Acueducto (siglo XVI). Pero a mí, además de ver eso mismo, lo que más me gusta es descubrir esas calles y edificios que parecen estar fuera del circuito turístico. Por esas calles se suele encontrar bares y restaurantes en los que, siendo negocios familiares, tienen "cocina casera", que normalmente está, "que te mueres".
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Menos mal que Nadal y Ferrer, y el resto del equipo, cada uno hasta donde pudo, pero todos con gran empeño físico -que podría servir de ejemplo-, remontaron para la clasificación de España en la Copa Davis.
Por fin algo positivo que nos saca del fangoso aburrimiento y asqueo que nos produce la ¿podrida? política nacional; sin apenas nadie que se salve.
¡¡¡Albricias!!! España vuelve a asaltar los teletipos de todo el Mundo pero, esta vez, por algo reconfortantemente SANO, y no por la actuación golpista de una panda de hijos de puta que nos quieren robar un trozo de nuestra patria; unos EREs o un Master más o menos -quizás fuera necesario rebuscar a más profundidad en todas las oficinas universitarias del país-. Claro; más de una sorpresa nos llevaríamos.
Hoy, por fin hoy, después de no sé cuánto tiempo, se puede abrir el periódico, y encender los receptores de radio y televisión con la seguridad de encontrar, cosa rara, algo positivo que alegre el alma (si; ya sé que eso no llena los estómagos, pero al menos los entretiene, aunque solo sea un rato), rompiendo el negativismo acostumbrado que nos sirven los "medios".
Poco dura el alivio porque rápidamente te cuentan que un individuo, en presencia de sus tres hijos -uno de ellos resultó herido-, ha asesinado a su mujer. ¿A qué derecho apelan estos hijos de puta para quitar la vida a sus mujeres?. Y aún sin reponerse uno, escuchas por la radio que un anciano de 83 años, viendo como unos asaltantes que entraros en su casa para robarles a él y a su mujer, la torturaban sin piedad, rompiéndole varios dedos, aplastándoselos con una puerta; defendiéndose en el momento de quién se disponía a atacarle, sacó un arma de fuego, y lo abatió de un "certero" disparo en pleno rostro.
Un jurado popular (aquel progresista invento del socialista Belloch),
no reconoce la actuación de Legítima Defensa "absoluta, sino restringida" -perdón por mi desconocimiento del tratamiento profesional-, lo que podría llevar al anciano a ingresar en presidio.
El que asesinó que mató a su mujer, como otros muchos que este sistema político parece crear, como el nogal nueces,
en pocos años -menos de lo que estén en la sentencia- estará en la calle. Posiblemente antes de que lo pudiera hacer el anciano que defendió a su mujer y a sí mismo. Lo que da pie a pensar que -vuelvo al sistema- se está más por atenuar las penas de los delincuentes, que por defender los derechos de las víctimas. A los que seguro que más pronto que tarde serán víctimas, proveyendo acciones policiales; a quiénes ya hemos sido víctimas, echando una mano; y para aquellas víctimas, que lo fueron mortales, consuelo y compensación a sus familiares.
Sin olvidar que el delincuente es el que debe reparar su daño, hasta el último minuto; y la víctima es quien se merece, y debe recibir el bálsamo de la Justicia.
Este año ya toca subir a primera ¿no os parece? Pues, eso.
Eloy R. Mirayo.
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