jueves, 16 de abril de 2015

¡TODOS CONTENTOS Y FELICES!

El asunto que tanto cabalga por los medios de difusión; el asunto que baraja tantos nombres de personalidades políticas; el asunto que tan interesada tiene a la Justicia; la dislocada cantidad de siglas que han formando la ensalada de grandes corrupciones, medianos choriceos y pequeñas corruptelas, se habría solventado adecuadamente si cuando saltó el
primer incidente, el caso Flik ("Dinero nazi. El caso Flick  tuvo una ramificación española, cuando el diputado socialdemócrata Peter Struck declaró en la prensa alemana (1984) que otro diputado del mismo partido, Hans Juergen Wischnewski, habría entregado un millón de marcos de la trama de corrupción al mismísimo Felipe González, entonces presidente del Gobierno español") se hubieran tomado las medidas pertinentes, no estaríamos los españoles en la situación penosa en la que estamos ahora: defraudados moral y económicamente y muy cabreados.

Desde que este sistema político, la Democaca, tomó al asalto bobo el poder político de España, los distintos presidentes del Gobierno, han formado su banda ministerial como han creído conveniente pero, aunque algunos han exagerado el numero de (me suena bandoleros... pero creo que no; no lo voy a decir) ministros, a ninguno de esos seis presidentes se les pasó por el magín crear el ministerio que, obviamente, como aclararé más adelante, habría sido necesario; ministerio tan necesario como parece ser que lo es el mismísimo ministerio de Hacienda, puesto que con sus decretos y resoluciones haría mucho más fácil la labor del ministerio recaudatorio, que por ahora está en manos del señor Montoro, al tiempo que a los españoles nos habría proporcionado una vida más plácida, sin tener que estar con el comecome que nos esta corroyendo.

Todo se habría solucionado si alguien; alguna de esas lumbreras que encontraron la posibilidad de crear un ministerio para Bibiana Aído - alguno sabrá de "sus méritos"- se le hubiera ocurrido haber creado el ministerio de Fomento de la Corrupción Institucional.

No es necesario disfrutar de una clara facilidad de comprensión y análisis científico para hacerse una buena foto de lo que sería ese ministerio en el arte de la corrupción, con ministros como muchos de los nombres que todos los días leemos en la prensa: ex ministros; presidentes autonómicos; alcaldes; presidentes de diputaciones; sindicalistas; banqueros-políticos; toda laya de políticos sin graduación; y algún que otro consorte.

Hay por ahí una trupe de imbéciles cabronizados que van sembrando la especie de que lo mejor para acabar con el problema de la droga, es legalizarla. Legalizar el comercio y el consumo. Yo, que creo no ser imbécil, y estoy seguro de no estar cabronizado, cojo la maligna proposición y digo que para que la corrupción política no de la imagen de problemón que viene dando, la solución es legalizar la corrupción, dotándola de un ministerio que legalice e impulse aún más su uso.

Así, ¡todos contentos y felices!

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