La señora vicesecretaria del PSOE, doña Soraya (la mala) Rodríguez pide ser apoyada para defender a los necesitados. A eso en mi pueblo, después de como los socialistas nos han dejado, lo llaman mala conciencia. Mala conciencia que debiera ser compartida por todos los grupos que conforman el arco parlamentario (esto último que he escrito es una auténtica cursilada pero ¿qué le vamos a hacer si así es la democracia?) Ardua labor les esperaría si fuera verdad pero, conociendo el paño… la dama vallisoletana pide la apoyadura (esta palabra va junta) de los demás partidos, dice, que para defendernos; no se me ocurre de que peligros se nos quiere defender, digo yo que si será de ellos mismos, que a primera vista, es lo que más de cerca nos acecha y nos martiriza a los buenos y a los regulares españoles.
Ya quisiéramos que alguien nos separara de los focos de alta peligrosidad que forman junto a los políticos de cualquiera de las raleas existentes, los siete “Niños de Écija” de la Banca, nuevos ricos de los sindicatos (los de los caros relojes y los cruceros por el Nilo), la Patronal española, la peor representación del Capitalismo, los altos, medios y bajos tribunales de justicia, los médicos y maestros desatendiendo a enfermos y alumnos con sus constantes huelgas y, si me apuran un tantico así, hasta la monarquía por sus malísimos ejemplos.
La ciudadana Soraya Rodríguez teme que, si nos recortan o no nos mandan la limosnita desde el Parlamento Europeo, pudiera ser que a algún “illuminato”, se le ocurriera, para cubrir la escasez de “pasta”, acabar con las prebendas, canonjías, sinecuras y momios de los anteriormente citados, de los que ella forma parte. Y, claro está que ante la tardanza de los demás partidos en entregarle su apoyadura, está nerviosa como una novia virginal, en la habitación de un hotel, tendida en el tálamo, sin tules en los pechos y flojo el cinturón, sin orden el cabello, al aire el muslo bello (¡Qué gozo! ¡Qué ilusión! qué dijo en su día el difunto Espronceda) y esperando que salga por la puerta del cuarto de baño el reciente marido, mugiendo como un miura por el portón de los chiqueros de Las Ventas.
No es el caso de la señora Rodríguez, ya que la relación del caso que la ocupa no es física, sino que se desarrolla epistolarmente, por lo que no hay peligro de que nadie se le acerque mugiendo, lo que no sería raro, teniendo en cuenta el ganao. Ella quiere unirse con los demás inútiles de la Cámara Baja, con la pretensión de hacernos más feliz nuestra vida de caracol, como Alejandro Magno ofreció a Diógenes. Nosotros, como el filósofo, también seriamos más felices si, al menos ahora, que ya se llevaron nuestras viviendas y nos están obligando a vivir en un barril, hubiera menos gilipollas quitándonos el Sol.
Según el PSOE de la señora Rodríguez, gracias al programa de limosnas que nos viene del Parlamento Europeo, se han distribuido a través de los “bancos de alimentos” más de 60 millones de toneladas de alimentos durante el pasado año. Ya veis, mis muy queridos camaradas; no se les cae el careto de vergüenza habiendo puesto a nuestra España en este trance. Por ello pide a los demás cómplices en la tropelía, que entre todos manden una señal inequívoca a Europa.
¡Socorro! Nada; ni puto caso. A ver si alargando la mano...
Ya quisiéramos que alguien nos separara de los focos de alta peligrosidad que forman junto a los políticos de cualquiera de las raleas existentes, los siete “Niños de Écija” de la Banca, nuevos ricos de los sindicatos (los de los caros relojes y los cruceros por el Nilo), la Patronal española, la peor representación del Capitalismo, los altos, medios y bajos tribunales de justicia, los médicos y maestros desatendiendo a enfermos y alumnos con sus constantes huelgas y, si me apuran un tantico así, hasta la monarquía por sus malísimos ejemplos.
La ciudadana Soraya Rodríguez teme que, si nos recortan o no nos mandan la limosnita desde el Parlamento Europeo, pudiera ser que a algún “illuminato”, se le ocurriera, para cubrir la escasez de “pasta”, acabar con las prebendas, canonjías, sinecuras y momios de los anteriormente citados, de los que ella forma parte. Y, claro está que ante la tardanza de los demás partidos en entregarle su apoyadura, está nerviosa como una novia virginal, en la habitación de un hotel, tendida en el tálamo, sin tules en los pechos y flojo el cinturón, sin orden el cabello, al aire el muslo bello (¡Qué gozo! ¡Qué ilusión! qué dijo en su día el difunto Espronceda) y esperando que salga por la puerta del cuarto de baño el reciente marido, mugiendo como un miura por el portón de los chiqueros de Las Ventas.
No es el caso de la señora Rodríguez, ya que la relación del caso que la ocupa no es física, sino que se desarrolla epistolarmente, por lo que no hay peligro de que nadie se le acerque mugiendo, lo que no sería raro, teniendo en cuenta el ganao. Ella quiere unirse con los demás inútiles de la Cámara Baja, con la pretensión de hacernos más feliz nuestra vida de caracol, como Alejandro Magno ofreció a Diógenes. Nosotros, como el filósofo, también seriamos más felices si, al menos ahora, que ya se llevaron nuestras viviendas y nos están obligando a vivir en un barril, hubiera menos gilipollas quitándonos el Sol.
Según el PSOE de la señora Rodríguez, gracias al programa de limosnas que nos viene del Parlamento Europeo, se han distribuido a través de los “bancos de alimentos” más de 60 millones de toneladas de alimentos durante el pasado año. Ya veis, mis muy queridos camaradas; no se les cae el careto de vergüenza habiendo puesto a nuestra España en este trance. Por ello pide a los demás cómplices en la tropelía, que entre todos manden una señal inequívoca a Europa.
¡Socorro! Nada; ni puto caso. A ver si alargando la mano...
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