lunes, 4 de marzo de 2013

HERRAMIENTA DE EMBAUCAR

Si eres católico practicante y pides respeto para tu Iglesia; si te sientes español; si crees, como recoge la Constitución vigente, que España incluye a Cataluña y las Vascongadas, y que es indivisible; si te emociona oír el himno Nacional; si de verdad has jurado defender la bandera Nacional hasta las últimas gotas de tu sangre; si estas en contra de las drogas alucinógenas; si crees que la inmigración debería haber sido regulada evitando en lo posible la lamentable visión de miles de extranjeros en las interminables colas de las oficinas de empleo; si no te parece bien la promiscuidad establecida; si no te parece bien ver la cabalgata de homosexuales haciendo gala obscena de su condición sexual; si protestas, aunque sea respetuosamente, del compacto fardo que forman la inmoralidad; la falta de honradez; el cohecho generalizado; la falta de respeto que se tienen a España y a los españoles, desde el Rey, hasta el último de los alguaciles del pueblo más pequeño; del villorrio más insignificante; si piensas que los banqueros españoles deberían estar encarcelados por sus subterráneos cambalaches con los partidos políticos; si crees que los partidos políticos son nidos de incapacitados en inteligencia y maestros en “trinque”; si viendo algunas actuaciones de jueces y fiscales, pides una Justicia mejor, es que eres un fascista. Un odiado fascista de la extrema derecha; un intransigente de tomo y lomo, a quien se debe extrañar. Y es que para ser un buen demócrata, de esta Democracia, se debe estar en desacuerdo con ese tipo de fascistas, que se atrincheran en la negación de todas aquellas libertades.

La Libertad, es un estado que el ser humano perdió hace muchos miles de años. Lo que se debe buscar, por quienes aceptan el encargo de dirigir los destinos del Mundo, es la igualdad de derechos de todos los hombres y, por supuesto, de las mujeres. Pues, la Libertad, como un bien individual y colectivo, es una utopía inalcanzable; es como si se quisiera construir una escala para subir al Cielo. Esa palabra en boca de los políticos suena a fraude; y, en todo caso, la han transformado en una herramienta con la que tratan de embaucar al “personal”, consiguiéndolo solamente con los imbéciles que solamente reaccionan a golpe de eslóganes. Y son muchos millones.

Las personas inteligentes no entran en discusión sobre la existencia o no de la Libertad, por la sencilla razón de que, lo que sería necesario pedir, no es más libertad, como si la libertad se vendiera en comercios especializados, en porciones como los quesitos del “Caserío”, sino derechos, y máximo respeto para esos respetos, a los que somos acreedores, a través de los pagos por impuestos, o por el simple hecho de haber sido concebidos; los mismos derechos que por haber nacido.

¿Libertad? No, por desaparecida. Derechos y obligaciones debidamente compartidas y respetadas por todos. Desde el Rey, al último y más humilde de los ciudadanos. No hay nada más separado de la oferta de libertad que hacen los políticos, que sus privilegios; no hay nada más lejos de la oferta de libertad que hacen los políticos, que sus diversos emolumentos, en comparación con los sueldos de 5 euros la hora, que están cobrando muchos trabajadores, a los que ni siquiera se les permite trabajar las horas de una jornada laboral.

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