Se nos está haciendo difícil seguir viviendo en esta España, secuestrada por una turba, que se dicen políticos; sacerdotes de una religión laica, la polis, en la que no creen, pero a la que usan y sacan provecho, con la mayor de las desvergüenzas y con grandes dosis de inmoralidad. Y esa turba es tan expansiva, que apenas deja espacio para otra cosa que no sea su egoísmo y falta de escrúpulos. Nacen -sabe Dios, por qué conducto- y, como la mala hierba, se desarrollan velozmente e invaden todo, hasta hacer desaparecer cualquier clase de planta positiva. Turba: gente confusa y desordenada (dice nuestro diccionario) y es verdad que así les parieron; no pueden ser certeros en sus decisiones, porque su credo laico, lejos de exigírselo, les anima a la gran confusión. Y no necesitan ordenarse, porque en esa religión (la política) se llega al sacerdocio sin necesitar de una ciencia superior. Basta y sobra con saber buscar los caminos del Poder, que son los mismos caminos que les facilitará la ocasión para que sin miedo a la Justicia, puedan meter los brazos, hasta los hombros, en las sacas del dinero y, tirar de él, hasta llegar a poder ver el fondo.
El traje se empezó a descoser por las costuras (los trabajadores), que siempre ha sido la parte más débil; ya empieza a desgarrarse el paño (las empresas) y, el que fue un flamante traje, se está convirtiendo en una piltrafilla, imposible de ser usada. La famosa lucha de clases, que tantas vidas humanas se ha llevado por delante, ha quedado obsoleta; la miseria nos ataca a todos, sin mirar el currículo; hoy, estamos metidos en el mismo tubo, salvo excepciones honrosas y deshonrosas, los obreros; los funcionarios; los pensionistas y los empresarios. La turba, como un mago malabarista, ha hecho desaparecer las reservas en dólares; las reservas, oro y plata, de los bajos del Banco de España; el dinero de las privatizaciones de las empresas de antiguo INI; y el dinero de nuestras aportaciones a través de los distintos impuestos, estatales, autonómicos y municipales. Nos han sacado hasta el último chavo y, encima, nos han creado una deuda que es posible que ni siquiera nuestros nietos puedan terminar de pagar. Los españoles terminaremos viviendo en un viejo tonel por casa, como Diógenes.
Se nos está haciendo muy difícil seguir viviendo en España. Los españoles que aún tenemos la posibilidad de trabajar, y ganarnos con nuestro trabajo el sustento diario, nos hemos de levantar cada mañana, pensando de donde vamos a poder sacar los euros necesarios para pagar a esos 478.000 (seguro que me quedo corto) políticos, que tanto empeño ponen en hundirnos en la miseria. De dónde vamos a poder sacar los euros para que nuestros políticos se puedan comprar hípicas; pisos carísimos en la calle de Velázquez de Madrid; grandes fincas; suntuosos palacetes en Mallorca; o, que con esos bien sudados euros, pueda crecer aun más el patrimonio real.
La Gran Deuda nos alcanza a todos, menos a la Turba, a los banqueros y a la Casa Real. Este año, la recaudación del “día de la banderita”, -así hemos denominado los españoles a la cuestación que anualmente celebra la Cruz Roja-, se destinará a ayudar, hasta donde se pueda, a los españoles que más lo necesiten. Ya veréis como no encontraremos a ningún político en la fila de necesitados.
El traje se empezó a descoser por las costuras (los trabajadores), que siempre ha sido la parte más débil; ya empieza a desgarrarse el paño (las empresas) y, el que fue un flamante traje, se está convirtiendo en una piltrafilla, imposible de ser usada. La famosa lucha de clases, que tantas vidas humanas se ha llevado por delante, ha quedado obsoleta; la miseria nos ataca a todos, sin mirar el currículo; hoy, estamos metidos en el mismo tubo, salvo excepciones honrosas y deshonrosas, los obreros; los funcionarios; los pensionistas y los empresarios. La turba, como un mago malabarista, ha hecho desaparecer las reservas en dólares; las reservas, oro y plata, de los bajos del Banco de España; el dinero de las privatizaciones de las empresas de antiguo INI; y el dinero de nuestras aportaciones a través de los distintos impuestos, estatales, autonómicos y municipales. Nos han sacado hasta el último chavo y, encima, nos han creado una deuda que es posible que ni siquiera nuestros nietos puedan terminar de pagar. Los españoles terminaremos viviendo en un viejo tonel por casa, como Diógenes.
Se nos está haciendo muy difícil seguir viviendo en España. Los españoles que aún tenemos la posibilidad de trabajar, y ganarnos con nuestro trabajo el sustento diario, nos hemos de levantar cada mañana, pensando de donde vamos a poder sacar los euros necesarios para pagar a esos 478.000 (seguro que me quedo corto) políticos, que tanto empeño ponen en hundirnos en la miseria. De dónde vamos a poder sacar los euros para que nuestros políticos se puedan comprar hípicas; pisos carísimos en la calle de Velázquez de Madrid; grandes fincas; suntuosos palacetes en Mallorca; o, que con esos bien sudados euros, pueda crecer aun más el patrimonio real.
La Gran Deuda nos alcanza a todos, menos a la Turba, a los banqueros y a la Casa Real. Este año, la recaudación del “día de la banderita”, -así hemos denominado los españoles a la cuestación que anualmente celebra la Cruz Roja-, se destinará a ayudar, hasta donde se pueda, a los españoles que más lo necesiten. Ya veréis como no encontraremos a ningún político en la fila de necesitados.
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