La pobreza ético moral y el absoluto desconocimiento de la existencia de la vergüenza y del decoro son los atributos más reconocibles del político, diputado con sueldo, lo mismo que los pocos decentes, y el turbio resto, en el Congreso de España, el separatista catalán (con fuerte olor a riquísimo salmorejo mezclado con el del no menos rico gazpacho) Izquierda Republicana de Cataluña, el ciudadano Rufián, que jamás pierde ocasión para mostrarse tal y como es: una “creatura” repugnante y orgullosa de ser tal cual, como una ramera que odia al “cliente”, pero coge el dinero.
En fin, un pobre desgraciado a quien desprecian la totalidad de los separatistas de ocho apellidos catalanes, válido únicamente para lo que se le ve hacer cuando una de sus “rufianadas” sale en la televisión, ofreciendo su quincalla, que a nadie interesa por ser material de segunda mano, muy mal manipulado. Pero la realidad de este… (intento fallido de ser humano) individuo ¿que refleja inteligencia? ¿que demuestra conocimientos, con capacidad y disposición para ponerlos en productiva marcha…? Cero, señor, ¡Cero le digo! Señor; aunque desde el CIS, Tezanos jurase a su favor. Es eso lo que Rufián se cree. Se mira en el espejo y el jodio ¡hasta se ve guapo y elegante! Cuando la realidad más se acerca el parecido con la mierda del pavo: incolora, inodora, e insípida.
También se cree gracioso, siendo de esos “malange” que en el duelo; el hijo del difunto llorando con desconsuelo, el gracioso se acerca al huérfano y suelta: “contrólate, Fede, que igual no era tu padre”.
Cuando uno no “da” para más, lo digo por propia experiencia, es necesario sentarse junto a uno mismo, y llegar entre ambos al acuerdo de hacerse la pregunta de ¿hablamos a tontas y a locas como las gilipollas de Podemos, o nos sentamos y escuchamos en silencio –que algo nos quedará- a las personas que saben mucho, de mucho, y comparten pedagógicamente en foros físicos y virtuales?
Yo sigo aquí sentado y, ¡ya me he quedado con algunas cosillas! Pocas, pocas.
Eloy R. Mirayo.

