lunes, 27 de octubre de 2025

NO ES CIERTO QUE EL MAL SEA EPIDÉMICO.

De lo que se trata en la celebración de unas elecciones generales en un país serio, decente y honrado -en nuestra España no parece estar lejos la fecha ¡a ver qué hacemos! ejem, ejem, ¡¿ejem?!- es para que sus habitantes, en inteligente ejercicio y absoluta libertad -por si lo teníamos olvidado- puedan elegir, entre otros, al partido político que ofrezca más garantía de poder cumplir con las obligaciones gubernamentales, no sólo por lo que durante la campaña haya ofrecido -eso lo hacen hasta nuestros rojos ¡qué ya es tener dura la cara!- sino porque sean capaces de demostrar con pruebas contrastadas, el que las personas aspirantes que figuran en sus listas están absolutamente capacitadas para gobernar y desarrollar en progreso las altas labores que requieren cerebros de profundo conocimiento y sentido de la responsabilidad.

Utilizo este encabezamiento para decir, aunque no lleguen a escucharme jamás esta tribu de asquerosos sinvergüenzas de distintas y muy malas sangres que nos roban, nos roban y vuelven a robarnos, sin siquiera echar un pitillo –o un rápido polvete, costumbre de la casa- para descansar un ratito, nos está colocando con sus choriceras medidas económicas de cara al frío invernal que se avecina, con el cuero a la jodida y vergonzante intemperie, mostrando como tatuajes las flacideces con las que a cada uno de nosotros, este sin vivir de los cojones, día a día, nos haya ido proporcionando. Pero no celebren aún el triunfo, porque aún famélicos de cuerpo y bolsa, en las próximas elecciones a él, a Pedro Sánchez y a sus cuarenta… mil “Babaes” no les va a votar… ni el asesino “Txapote”.

A este desastre a todo nivel en el que han convertido España, organizado por Pedro Sánchez como motor del “enloquecido tiovivo verbenero” -el que hace desaparecer gran cantidad de millones de euros y nos tiene casi sin excepción a todos los españoles decentes, muy al estilo Maduro- solamente se puede llegar para utilizar la palanca de mando, desde ahí, el “Centro Monclovita” que es la posición en la que junto al “maloso” bullen como moscas trincando de una maloliente y blandurria mierda sus más allegados y los hijos de la gran… pu… la gran… pu… la grandísima… nada, no me acuerdo de lo que sigue ¡coñooo! Seguro que vosotros sí que os acordáis. ¿A que sí? Pasádmela. ¿No? ¡Ay que tíos! Claro que me acordaré... a lo mejor dentro un rato ¡Plaf…! Se me enciende la bombilla.

¿Estamos muy jodidos? Si, pero la “Verde esperanza” nos señala con datos fidedignos que ya somos mayoría quienes hemos hecho el propósito de acabar legalmente, de la mano de la Justicia, con esta dañina tribu de salteadores, utilizando “el obligatorio” concurso de las urnas, vigilando y manteniendo apartados los tentáculos maliciosos de la “fontanería sanchista”.

La sociedad española que ve de vez en cuando, siempre en domingo, meterla por la rajilla -la papeleta en una urna- que se viene haciendo, teóricamente cada cuatro años, desde 1977 en nuestro país, ya se ha dado cuenta, por el que hacer de los actuales trileros, -los políticos del bipartidismo respetando la tradición- que desde el día15 de junio de aquel año, nos han venido vendiendo como gobierno una estafa, utilizando como cebo para tenernos contentos el respeto del derecho al voto, disimulando así lo que ha sido y sigue siendo, una enorme estafa renovada cada cuatro años, con los “intereses” subiendo como un cohete.

No es cierto que el mal que con tanta gravedad nos afecta a los españoles sea un mal epidémico que también sufren con la misma intensidad el resto de países de nuestro entorno. No, mis queridos amigos; ningún otro país europeo, ni en de ningún otro continente, se dice que haya alguien infectado por la repelente baba del picotazo de estas toxicas criaturas. 


En todo caso, si algo hubiera, serán de otra especie.

Eloy R. Mirayo.


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