martes, 24 de junio de 2025

INCOHERENCIA HASTA EN EL INSULTO

La incoherencia en el insulto también es una señal del estado intelectual en el que se nos ha instalado a los españoles pues, con la incultura como santo y seña de la política nacional, no es de extrañar que, junto a cientos de anormalidades, esté “triunfando” eso que viene ocurriendo últimamente de manera muy generalizada y es, que en la gran mayoría de las veces quien agrede verbalmente utiliza ininteligentemente el insulto errando -herrado de ambas patas- en su estricto sentido. Sentido errado que, en casi todas las ocasiones, lo que no deja de ser penoso, también viene siendo coincidente con quienes son receptores del “agravio” fake.

¡Díganme ustedes vosotros! Ni el insultador, ni el “ofendido” son capaces de entender que el “dicho insultivo”, intrínsecamente pudiera decirse que es un sinónimo que se une a enaltecimiento, a alabanza, a ensalzamiento, a glorificación, o como reconocimiento, como elogio y como etc., etc., y más etceteras.

Esta reflexión surge en mi bastantemente desgastado cerebro como replica de algo que vi y escuché en Youtube. Uno de los nuestros, por lo que le escucho a diario, se quejaba de haber sido insultado llamándole “franquista”. Eso a mí, que bastante tengo con acordarme de como se hace la lazada de los cordones de mis zapatos, me trajo a la memoria el “video” de los casi cuarenta años del régimen autoritario, que no dictatorial, del Generalísimo Franco. ¡Qué los viví enteros! y aquí me hallo, viejo, pero aún con fuerzas para sujetar y hacerle cantar hasta por sevillanas a este precioso CETME, si mi Patria me lo demandara. A mí no me engaña esta puta suerte de delincuentes que nos vino a horcajadas de la “Demo”.


¿Yo franquista? No; yo soy solamente una persona agradecida que recibiendo ese insulto: ¡franquista!, me hace sentirme orgulloso de que, con mi trabajo, sin ayuda específica del Régimen, como la casi totalidad del resto de los españoles, fuimos capaces, con el generalísimo Franco, a la cabeza del gobierno, contra la voluntad de todo “el mundo libre”, de desterrar el hambre y la miseria en la que primero las monarquías, después la República y finalmente la fratricida guerra, nos fueron sumergiendo durante siglos.

Aquellos gobiernos fueron los que con su bien hacer permitieron a obreros que antes de la guerra se veían obligados a empeñar –en el Monte de Piedad- para poderse pagar algo que comer, los abrigos, los colchones y toda la ropa de cama, rindiendo en sus puestos de trabajo, pudieran comprarse un piso sencillo, luego un “seiscientos” y después una casita con su pequeña parcela, nada lujosa, pero en propiedad, en nuestro cálido Levante. 

Aquel gobierno fue el de Paro cero, deuda cero y mucho oro y plata perfectamente apilados en los bajos del banco de España. Segundo tesoro que los democráticos corruptos políticos se nos han fumado. ¡Pero si hasta se han repartido el oro de las maletas de Delcy!

Eloy R. Mirayo.


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