Al ser humano -especialmente el habitante de lo que se conoce como primer mundo- manso y amaestrado en rebaño; secuestrada su voluntad y su albedrío, si acaso, como recuerdo de su libertad no le está quedando más posibilidad para sentirse trascendente -lo que aquí en España sería un espejismo de épocas pretéritas- como miembro de la sociedad a la que pertenece, que aprovechar la llegada de un proceso electoral, cualquiera de ellos -hay para elegir-, para gozar sin que se note demasiado con su participación en el evento. Eso, acercarse a la urna y votar, como la oveja se acerca al pesebre, es consejo dado desde las altas esferas de la Democracia, para poder presumir de ser demócrata con intachable diploma colgado del pescuezo obligado (¡que no me entere yo!) a no votar a quienes discrepen, aunque lo hagan dentro de la legalidad.
Es conveniente recordar que la consumación de ese derecho es una generosa regalía concedida por tan benévolo, justo y generoso sistema político. Eso es algo que en España lo repiten con machacona insistencia desde todos los medios de información, muy bien "engrasados" por el partido en la cumbre, por quienes sin más títulos que el de sinvergüenza, -título casi generalizado- viven dentro del sistema como pachás, sin dar un solo palo al aire. El engaño tiene mil caras; una de ellas es la de que el voto, a quien lo ejercita, llegada la ocasión podría servirle como herramienta de utilización personal que pudiera servir para cuidar, y si es necesario, ayudar a corregir con ella el rumbo de la nación.
Este próximo domingo, en nuestra Patria se votará a quienes nos representaran en el Gobierno de la Comunidad Económica Europea, algo que para bien o para mal, según quienes nos representen: los que nos ayudarán a mejorar, o los cabrones que nos hundirán más en el fango en el que ya nos tienen metidos. Ese día 9 de junio, si quisiéramos demostrar que somos seres inteligentes, con seis odiosos años, además de los otros cuarenta y cuatro, a la espalda, nuestro voto a VOX, si podría ser la herramienta necesaria para que la "Banda Delincuencial Sánchez" acaben con sus huesos en Alcalá Meco.
Eloy R. Mirayo.
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