En los días previos al recién pasado 20 de noviembre -fecha en la que hace 85 años fue asesinado José Antonio Primo de Rivera, Jefe Nacional de Falange Española, en Alicante- saltó con inesperada virulencia en todas las redacciones de los periódicos de tirada nacional y en las redacciones de todas las emisoras de radio y televisión, el nombre, la figura y la acción llevada a cabo por don Eduardo Iglesias Portal, juez de carrera que, en una sucia imitación de la Justicia, por obra del gobierno rojo de Francisco Largo Caballero, sentenció a muerte a José Antonio. Y de manera especial, al abrazo que se dio con José Antonio, una vez leída la criminal sentencia.
Yo se lo que pretenden las personas de bien -aunque esté mal decirlo, yo soy una de ellas- que con el mayor respeto conmemoran esta fecha rezando unas oraciones por José Antonio y por Franco, teniéndoles como referencia. Y también se, porque cada día se hacen más transparentes, lo que pretende esa turba de rufianes que muy bien pagados por el Poder, a quien le sirven y obedecen. Esa ha debido ser la orden con la que esa gentuza han jugado maquiavélicamente a aprendices de brujo con la Historia.
Una orden para lavar a aquellos asesinos ha sido magnificar ese abrazo, intentando inocular en el cerebro de los españoles la idea de que esa es la inequívoca "prueba de aceptación de culpa" de cuanto se le acusaba, por parte de José Antonio.
Ese abrazo quieren que sea la exoneración de culpa del beatifico gobierno del rojazo Largo Caballero y, por supuesto, del juez Iglesias, elegido por su imparcialidad, si acaso un tanto vencida hacia el reo.
Mentira y, cuanto mas gorda, mejor. Esa es la leyenda que se puede leer en el escudo del actual "baranda".
Nada de mentirijillas que al poco se olvidan. No es necesario bucear en viejos archivos para descubrir la verdad de cuanto rodea a ese asesinato de Estado. Entonces la Falange Española, en la política, salvando algunas distancias, venia a ser lo que en la actualidad es VOX, una opción fresca, alejada de la vieja y sucia política al uso, y muy distinta al socialismo (al poco tiempo comunismo), impregnado del asesino chuletismo soviético, con su terrorífico rastro de asesinatos.
Ese aire limpio era lo que le resultaba al asesino Largo imposible de respirar y, ni corto ni perezoso, se fue a echar mano del abuso de poder (eso lo tenemos a diario muy presente los españoles), resolviendo su problema de la forma que aprendió de los soviéticos; del comunismo: matar al opositor es la mejor manera de convencerle. Se inventaron los delitos, se le encarceló como a un delincuente y se teatralizó un juicio, dando la imagen de legalidad y, para hacerlo mas creíble, se busco un juez de carrera -en vez de usar el mismo procedimiento que se utilizo con que con Calvo Sotelo- que aplicara una sentencia que ya llevaba en el bolsillo de su toga. No buscaron un juez que juzgara, sino un juez que sentenciara.
Precisamente ahora, que los rojos, malos polvos cuyas consecuencias a través de la política sufrimos los españoles, vuelven otra vez a darle vueltas a las consecuencias de la Guerra de Liberación del Comunismo en España para, con la piel del cabrón sobre la chepa, ocultar su hacer de verdugos, para intentar pasar como víctimas, con otra de sus sucias leyes que ni siquiera saben argumentar adecuadamente. Y es que estas gentes son maestros en la formula "follaamigo/a"; pero de leyes...
Eloy R. Mirayo.
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