Lo que diariamente demuestra este gobierno con sus decisiones, las que publica y las otras; las subterráneas, de las que nos enteramos por el dolor que nos provocan sus consecuencias, es que todo su funcionamiento está diseñado dentro del mapa que marca el interés personal de Pedro Sánchez.
El texto de la agenda de este ciudadano bien lo podría haber escrito Zorrilla:
Por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí (permíteme esa última parte). Yo a las cabañas bajé (a por el voto), yo a los palacios subí (para adquirir pedigrí), yo los claustros escalé y en todas parte dejé memoria amarga de mí. Ni reconocí sagrado ni hubo razón ni lugar por mi audacia respetado; ni en distinguir me he parado al clérigo del seglar. A quien quise provoqué, con quien quiso me batí y nunca consideré que pudo matarme a mí aquél a quien yo maté.
Con las licencias lógicas, ni de lejos el ciudadano Sánchez pudiera blasonar de las pocas cosas buenas que posee el personaje de Zorrilla: ser franco en el combate, reconocer sus maldades, su arrojo y valentía para enfrentarse cara a cara, sin subterfugios ni embustes ni encerronas a sus oponentes. Y por último, su capacidad de arrepentimiento, agarrándose con toda su fuerza a:
Suelta esa mano que aún queda el ultimo grano del reloj de mi vida (en versión política seria: suelta mi mano que aún queda un euro; no seas badila). Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición da a un alma la salvación de toda una eternidad, yo, santo Dios creo en ti (no parece que sea el caso).
Son tantas las piedras mal puestas que el ciudadano Sánchez, no como el pequeño Pulgarcito, ha ido jalonando su caminar; son tantas sus sesgadas decisiones, que en el futuro los historiadores no tendrán dudas en la forma unánime de hacerle el histórico retrato.
Parece que como si el ministro de la SS, el señor Escribá, uno de los pocos ministro que serían dignos de ser excusado pues en el tránsito ha perdido el pobre, 62.856 euros (su sueldo actual solamente alcanza la cantidad 74.858).
No es el caso de la mayoría de miembros y miembras del actual gobierno, como tampoco es el caso una grandísima cantidad, rozando la generalidad, de senadores, diputados, eurodiputados y el larguísimo etcétera que acaba en el sueldo del último enchufado en el más pequeño de los ocho mil y pico ayuntamientos que existen en nuestra querida España, últimamente tan maltratada por quienes deberían, que por ello cobran: quienes a través de juegos malabares, se han hecho con el timón de la nave.
¡Hay que joderse; esta gente acaba con el velamen!
Eloy R. Mirayo.
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