miércoles, 23 de septiembre de 2020

LO MISMO ESTO NO HA PASADO ASÍ...

 Enhorabuena, Madrid; se acabaron las penurias ¡Adiós Covid-19! 

El señor Sánchez, presidente de este gobierno, asombro del Mundo entero, nos hace a los madrileños la merced de desplazarse desde Moncloa, su con gran ahínco perseguida y felizmente alcanzada torre de marfil, para visitar nuestra Sede Autonómica, cargando en sus alforjas toda clase de bienaventuranzas; las que nos sacarán del pozo infeccioso en el que por imprudentes nos vemos sumidos hasta más arriba del borde de nuestras mascarillas.

Gran pesar, se quejó el preclaro presidente del gobierno sentado en magnífico sillón, sustituto del que usó Rajoy -no quería sentarse sobre pedos ajenos-, tras la mesa de madera de caoba, maravillosamente rayada a mano, ante el número 725 de sus asesores particulares, de no poder utilizar esa visita oficial el Falcon que "ya sabes que me produce mucho gustirrinin". 

"Mi muy amado presidente ¡yo estoy aquí! -exclamación servicial- Eso tiene fácil solución. Te subes en el Falcon, sobrevuelas Londres, a continuación lo haces sobre Moscú, de Moscú a Shangai, desde allí a Seattle, Nueva York, Southampton, otra vez Londres. Agarras el coche y... ¡A la puerta del Sol!".

El presidente, con los ojos como platos, a punto de entrar en shock, pudo al fin decir: "Acerté cuando te elegí como asesor de viajes y recreos veraniegos; eres un genio". El presidente irradiaba admiración por todos los poros de cuerpo y hasta le salía la admiración por los mismísimos esfínteres especialmente abiertos para tan extraordinaria ocasión.

La puerta del Sol de Madrid, para recibir al Presidente del Gobierno de España, por empeño de la presidenta Ayuso, lucía en la aún veraniega mañana septembrina, como un extraordinario ferial: preciosas banderas rojigualdas junto -¡qué le vamos a hacer!- al bodrio de bandera que nos dejó el socialista -por eso es roja- Joaquín Leguina. Solo faltaban Pepe Isbert asomado al balcón principal para dar la bienvenida a tan principal invitado, y el personal que fueran a repartirse los globos de colores, las chocolatinas Nogueroles, los refrescos de Cola, y toda clase de dulces y golosinas totalmente gratuitas.


Fue una pena esa falta; pero todo se dio por bueno teniendo al señor presidente pasando bajo el dintel de la puerta principal de lo que en tiempos pretéritos (cuando los españoles notamos que se nos gobernaba como es debido), fue la sede del ministerio de la Gobernación.

Fino y cimbreante como vara de fresno, el presidente se acercó a la presidenta Ayuso y, con ese toque condescendiente que algún asesor le ha propuesto, dicen que se dirigió a la señora Ayuso, presidente de Madrid: que puedo hacer por ti, Ninchi.

La presidenta Ayuso, con su facilidad de palabra; mirándole fijamente a los ojos le soltó con rabia contenida: Yo... yo... greg... Pufff... Madrid es España y... España... es Madrid y... Como Madrid está dentro de... España y España está dentro de...Madrid. Pues... eso.

¿Qué me dices? Aprovéchate de mi; cordera. Aprovecha que mi poder a cuantos gimen va derecho a socorrer; dime -repitió- ¿qué quieres de mí?

Y ante el silencio de la presidenta Ayuso, un de los pobres que suelen pedir caridad en aquel lugar, respondió: ¡Qué no me quites el sol! Que te vayas, coño. No me quites el sol, que es lo único que, entre unos y otros, no nos habéis podido su quitar.

Lo mismo esto no ha pasado así; de esta manera...

Eloy R. Mirayo.



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