Murcia:
Este edificio es la catedral de Murcia, edificio en el que se pueden ver los tres estilos, Gótico, Renacimiento y el frente, por deterioro, fue sustituido por esta
extraordinaria portada del Barroco Español, en forma de retablo, en el que se juntan dos gracias Divinas: Arquitectura y Escultura.
Paseo por las calles Trapería, Platería, visitar el museo Salzillo, para quienes disfrutan con la Escultura es algo extraordinario.
Es precisamente en el Museo donde están casi todas las imágenes que procesionan por las calles de Murcia durante la Semana Santa, además de otras obras de arte. También merecen verse el Teatro Romea, el parque Floridablanca, la Plaza de las Flores, etc,. Lo que nadie podrá encontrar en Murcia es una placa que indique que en un pueblo -Los Alcázares-
de aquella Comunidad Autónoma, nació el autónomo artesano Eloy R. Mirayo. Desagradecidos que son sus autoridades. Bromas aparte lo cierto es que quien quiera acercarse a mí Murcia, no saldrá defraudado.
Mi recomendación gastronómica es que si gusta el arroz, se puede pedir el Caldero, que es un arroz caldoso, que se usa en su elaboración oras, pescado de roca, y lo que llaman morralla, que son unos pescados feísimos, que son usados para hacer el caldo. También se puede pedir Zarangollo, que es un revuelto de huevos y productos de la huerta. Pero de lo que nadie pueda irse de Murcia sin probar son los Michirones.
Los Michirones es un guiso en el que el actor principal son las habas (bien tiernas o secas) a las que se les pone chorizo, hueso de jamón, tocino magro, panceta, laurel, ajo, sal, y alguna especia más; por la zona de Cartagena suelen poner patatas. Cuando se come en familia, se pone la fuente en el centro de la mesa y a mano, se van cogiendo y comiendo cada uno de los granos de haba, dejando a un lado los duros pellejo. Es como comer pipas.
Y de postre, típico murciano, unos Paparajotes, que son hojas tiernas de limoneros frita, envuelta en huevo, harina y espolvoreadas con azúcar en polvo y canela. Una auténtica delicatesen.
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¡Caraca! Podría ser ¡Eureka! O ¡Albricias Divinas! Es lo que parece ser el descubrimiento de la ciudad romana, Caraca, descubierta en la provincia de Guadalajara.
Hallazgo revolucionario: Caraca, una ciudad romana descubierta en Driebes (Guadalajara). El asunto ha saltado ahora en los medios, pero ya hace tiempo que un equipo de arqueólogos hicieron su trabajo, que han debido abandonar de momento por falta de medios económicos.
Antiguamente, en los innombrables años, la gente saltaba de alegría cuando se enteraban de que en su ciudad a través del Ministerio de Vivienda, o por La Obra Sindical se iban a crear una barriada de casas; cuando les decían que en su cercanía territorial se construiría un embalse;
o cuando a las afueras de su pueblo se instalaba una fábrica de vehículos, o un polígono industrial, porque todo eso creaba puestos de trabajo y riqueza en la zona. Gasolineras, pequeños supermercados, bares y restaurantes; cerrajerías, fábricas de puertas y ventanas de madera o aluminio; fábricas de muebles.
Infinidad de negocios surgían como pequeños milagros, en lugares únicamente dedicados a cultivo de secano. La transformación económica del país llegaba a todas partes. La gente trabajaba ¡en su puesto de trabajo! Y rendía. Ahora, como se decía esta mañana en Onda 0, el alcalde de Driebes y sus paisanos suplican para que lo antes posible se abran al público las visitas a Caraca, para que llegue el salvador turismo al pueblo, con la esperanza de que por ese camino, aunque sea despistado, algún euro les llegue a caer en el bolsillo municipal, y en el propio bolsillo.
Nadie espera que se establezca en la zona una gran obra pública; ni que el ministerio de la Vivienda se le ocurra crear barriadas; nadie espera ver florecer en su entorno una gran empresa industrial y, quienes en su ciudad tienen un polígono, lo que vienen pidiendo es que la última empresa, de entre las muchas que antaño hubo, y que milagrosamente aún queda, no eche el cierre.
Este
gracias a la Democaca y sus democaquitos, es
el futuro que nos espera.
Eloy R. Mirayo.
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