miércoles, 4 de octubre de 2017

... Y LA CASA SIN BARRER.

... Y la casa sin barrer.

No soy monárquico porque, sencillamente, no veo la utilidad de la Corona, y porque después de tenida la suerte de haber vivido "aquellos" otros cuarenta años, bajo una Jefatura política activa y efectiva; y de tener que aguantar la desgracia de soportar estos últimos cuatro decenios, con su panoplia hecha a base de negatividad, prohibiciones y peligros de todo pelaje; he llegado a la conclusión de que no cualquier tiempo, sino ese esperanzador tiempo, de manera especial, siempre, hasta mi último aliento, me parecerá muchísimo mejor. Lo que me hace renunciar a todo lo que ofrezca este sistema. Sin réplica. 

Pero, dicho lo dicho, he de reconocer, aún sin ser monárquico, que me ha gustado ver a don Felipe VI, 

salir a los medios audiovisuales a decirnos a todos, malos y buenos, que el Estado no está dispuesto a bajar ni un milímetro la cabeza ante aquella gentuza revestida de falsa autoridad; de tramoya de titiriteros para disimular su autentico ser, de natural delictivo.

Ya lo estaba yo echando en falta, como echo en falta las propuestas del presidente del Gobierno, el señor Rajoy. Estaba faltando, como la guinda ausente en el centro de la tarta,

y también habría sido muy bien acogida la recomendación del manojo de medidas que deberían ser aplicadas a la mayor brevedad.

Es cierto que la tasación de las responsabilidades de quienes han perpetrado el delito contra el Estado, está en las manos de quiénes deben estar: la Justicia; 

pero hay algo tanto o más importante que está en manos de los catalanes que de verdad aman a Cataluña; de esa mayoría de catalanes que admiten ser españoles, sin necesidad de que ni ellos ni nadie le tengan que llegar a recordárselo; les es necesario hacerse oír; decirlo alto y claro para que se les pueda escuchar por encima del asqueroso bufido animal; griterío infame de la chusma.

Tienen que hacerlo ellos, porque en estos momentos, no existe ningún caudillo (solamente quedan funcionarios uniformados, solo preocupados por su ascenso) que vaya a salvarles de la temerosa (a la espera de otra Semana Trágica) anarquía; 

de esa tenebrosa nueva anarquía formada por "niños/as de papá", rojos de todo pelaje y de todas las hierbas, anti sistema y charnegos (de distintas generaciones), hijos de hombres y mujeres llegados para trabajar y ganarse la vida honradamente, desde otras regiones de España, que ha tomado las calles, ayunos de amor y llenos a reventar de odio, así mismo por como son, y contra todo y contra todos, incluyendo Cataluña y al resto de España.

El odio es recíproco; yo les odio a ellos.

... Y la casa sin barrer.

Eloy R. Mirayo.

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