¿Emulará la señora Clinton a su marido cuando tenga la llave del Despacho Oval?. La respuesta va para largo ¡O no!.
Las cosas en los Estados Unidos de América
siempre tienen un velo mafioso, independiente a su importancia pero, cuando la cosa es tan importante como el acceso a la presidencia del país, el velo se hace más denso, y hasta maloliente.
Esto viene al caso de la actuación del FBI, con los dichos Correos de la señora Clinton.
En mitad de la campaña electoral aparecen, traídos a la escena por la mano de tan afamada agencia, como prueba de que la señora aspirante, desde su puesto de Secretaria de Defensa, ha puesto en peligro la Seguridad Nacional, actuando con extrema negligencia. La cosa adquiere gran tamaño y, como ocurre siempre, hasta hubo quien se rasgó las vestiduras; pero lo cierto es que no sonó tan fuerte como el ruido que "alguien" esperaba lograr y entonces, en un giro copernicano, el FBI, exonera de cualquier tipo de responsabilidad a la dama (tal vez la próxima Primera Dama).
No hace falta tener un master universitario para saber que aquello de "difama que algo queda", representa una verdad como un templo. Eso también lo sabían los agentes febeinianos y, "alguien" -¡valla usted a saber quién!- a los viejos rescoldos, a tres días de las elecciones, les echaron un buen chorro de gasolina para que volvieran a aparece las llamas.
Y es que muy bien sabe, quien está detrás de los incendiarios, que esos rescoldos solo se apagarán con el agua de los resultados que den las urnas. Como todos podéis pensar con razón, yo, a tanta distancia, solo puedo sacar opinión de lo que he escuchado y de lo que he leído y, entre las cosas que así me han llegado esta la sospecha, que parece muy bien fundada, de la señora Clinton de que, detrás de tanto "fuego" está la figura del Director del FBI, republicano confeso, exactamente como el mismísimo Donald "el pato" Trump.
¡Pero no puede ser igual! La oportuna aparición de los casos "Barcenas", "Púnica", o "Gürtel" durante la "larga campaña electoral" ¿aquí? ¿en este país?¡No puede ser igual!.
Eloy R. Mirayo.
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