Hoy, los paletos -la mitad de ellos charnegos renegados- de Junts pel Sí y la CUP, han presentado en el parlamento regional de Cataluña una resolución -lo dice El País- para declarar "el inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente" que tendrá "forma de república" y "no se supeditará a las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional."
O sea: que esto son ya hechos, no palabrería. Y si la palabrería puede ser entendida por los jueces memocráticos como libertad de expresión, los hechos son lo que son, y no pueden ser otra cosa. Es decir: los hechos son un golpe de Estado.
Ante ello, don Mariano Rajoy ha dicho -lo tomo de El País- lo siguiente: "El Gobierno garantiza y garantizará que no van a lograr sus objetivos y que de ser aprobada no surtirá ni uno solo de sus efectos." "Quienes quieran separar y dividir a Cataluña deben saber que no lo van a lograr", ha añadido. "Tienen enfrente la ley y a un Gobierno dispuesto a hacerla valer." Y mientras tanto, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, ha señalado que el Ejecutivo "valorará jurídicamente."
Es decir, que verdes las han segado.
Porque, ¿qué va a hacer el señor Rajoy para que esa propuesta de resolución no sea aprobada? ¿Y que va a hacer para que, de ser aprobada, no surta efectos? Señor Rajoy: en sus mundos tancredianos, en sus mundos de dame pan y dime tonto, quizá usted no se entere de nada; pero si la resolución se aprueba ya ha surtido su efecto. No se trata de que esto sean palabras que luego haya que llevar a la práctica -eso que usted no sabe hacer-; se trata de que la aprobación de esa resolución ya sería un hecho, y surtiría el efecto que surten los hechos.
Máxime, cuando la resolución -añade La Gaceta- prevé que en un plazo máximo de 30 días se inicie la tramitación de las "leyes de proceso constituyente, de seguridad social y de hacienda pública", que deben servir para poner las bases de estructuras de Estado imprescindibles para la "desconexión democrática" de Cataluña con respecto al conjunto de España.
Pero es la resolución la que da pie al resto de propósitos separatistas, señor Rajoy; es su piedra angular, lo que inicia y pone en marcha. Ni siquiera hace falta que sea aprobada en el parlamento regional. La simple presentación es un delito de incitación a la rebelión y al golpe de Estado.
Y si usted no lo entiende así -y actúa en consecuencia- será usted tan culpable como ellos; cómplice por -eso que a usted se le dan tan bien- inacción.
Evidentemente, en un pasmarote, un dontancredo, un apático y un acojonado como usted, hubiera sido mucho pedir que en vez de salir a gimotear que tienen enfrente la ley, hubiera salido a declarar en esa rueda de prensa lastimosa y blanda que había dado ya órdenes al ministro de Defensa para que desplazase una Bandera de La Legión a Barcelona, para preservar el cumplimiento de la Ley, del mejor derecho de la mayoría no separatista de los votantes catalanes, y de la soberanía nacional que -constitucionalmente- reside en el pueblo español.
No para -como decía Espartero-, bombardearla, cosa sin lugar a dudas fuera de lugar, que ni la ciudad ni sus habitantes merecen, sino para limpiarla de la mugre que lleva décadas sojuzgándola.
Pero para eso hace falta lo que usted no tiene, señor Rajoy: un par.
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