¿Y contra los Pujol? ¿Y contra Arturo Mas? ¿Y contra...? ¡Pa que seguir, tronco!
Solamente soy Eloy R. Mirayo, artesano de medianeja categoría en lo profesional; persona de pocas luces intelectuales y escasas posibilidades de estudio e investigación de cualquier cosa que pudiera ser estudiada e investigada. Pero, sin necesidad de recurrir a Sherlock Holmes, en mi proclamada modestia, me es fácil llegar a la conclusión "elemental" de que don Rodrigo Rato, en algún momento de su periplo político, debió pisar a alguien, el pie con el correspondiente callo recalentado en dedo meñique, y por lo que estamos viendo, no se lo ha perdonado, y yo creo que jamás le perdonará.
Nadie como don Rodrigo, con la mierda que hay por todas partes, ha recibido un trato tan
vejatorio como el que sufrió cuando fue detenido. Ni siquiera el jefe de Los Intocables, mister Eliot Ness, cuando detuvo a Al Capone.
Conozco personalmente a don Rodrigo Rato desde hace poco tiempo y solamente como cliente; sin tomar opinión de lo que desconozco, su respetuoso y educado trato, me reafirma en la admiración que me produjo su aparición en la política nacional; él, individualmente, y junto a aquella juventud que nos libró del corrupto socialismo de Felipe González, que nos metió, como años después Zapatero, en el más profundo estado de pobreza que jamás hemos sufrido los españoles, después de los tres primeros años de posguerra.
No se dará, Dios nos asista, la ocasión en la que haya que luchar de nuevo contra los enemigos de Dios y de la Patria pero, si se diera, siempre querría a mi lado a don Rodrigo Rato, mejor que a Montoro,
y muy lejos, a Mariano Rajoy.
Hoy ha comparecido el señor Rato ante el juez que entiende su caso y, al no estar claro de lo que se le acusa, se ha ido a casa sin declarar. Pero ¿en que país estamos? Para que luego venga Victoria Prego diciendo en El Mundo -diario que como un memo sigo pertinazmente comprando- que "solo es víctima de si mismo".
No lo crea usted, doña Victoria Prego; quizás llegue el día, no tardando mucho, que se llegue a saber de donde salió la orden de tocarle, con excesiva y nada placentera fuerza, los "guevos" a quien fuera vicepresidente del gobierno, a la vez que el mejor ministro de economía que ha habido en este desdichado sistema democáquito, castigo de nuestros pecados.
¡Dios nos libre del fuego amigo! ¡Todos al suelo que vienen los nuestros!.
Cualquier persona que haya militado en un partido político, al uso, sabe que las sedes de esos partidos, como los viejos buques, están infectados de ratas. Y, ya se sabe; las ratas son portadoras de la Peste Bubónica.
Tanto Rafael Estremera como yo, de ese trance, logramos salir limpios como el culito de un bebé, después de ser bañado.
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