viernes, 10 de abril de 2015

EN LUGAR PRIVILEGIADO.

Poco a poco, y a regañadientes, la verdad se impone por encima de la falsedad y del hijoputismo colectivo. 

El día 20 de noviembre se cumplirán cuarenta años de la muerte de don Francisco Franco, y, por lo relativamente cercano de la efeméride, han sido editados, según dice "El Mundo" en su portada, un aluvión de libros sobre Franco y su obra.

Han tenido que pasar cuatro décadas para que se empiece a poderse leer una verdad que la cobarde derecha española ha tenido secuestrada, al tiempo que sin rechistar convivía con la mentira socio-comunista, herederos políticos de aquella banda de asesinos encabezada por el
zar rojo de Paracuellos, al que con tanto entusiasmo recibió el traidor al Movimiento Nacional, Adolfo Suárez y las comadrejas que serviles deambulaban por los pasillos de la Secretaría Nacional del Movimiento, que después del 20-N, resultaron tan demócacas.

Leer este trabajo de tan refutados historiadores (Payne y Palacios) no me subleva la nostalgia ni provoca riadas de lágrimas brotadas de mis bellos ojos verdes -es tonto sufrir nostálgico por algo y por alguien que jamás pueden volver-. Lo que hace es reforzarme en la creencia cierta de que he tenido la suerte de pertenecer de alguna manera y en la medida de mis posibilidades, a aquellos españoles que ayudaron al Generalísimo Franco a conseguir que España, con medio mundo en contra (Europa y EEUU), alcanzase el alto nivel que, ahora, empieza a reconocerse, y que durante estos últimos cuarenta años se ha ido degradando: casi cinco millones de parados; empleos precarios y sueldos de esclavitud, mucho más cerca de
Kunta Kinte, que de los obreros del "franquismo"; desahucios; aborto consentido, desde niñas de corta edad, a mujeres hechas y derechas, que claman por su derecho a decidir ser, o no, madres, cuando lo que pretenden es alcanzar, como el agente 007, licencia para matar (asesinar); mafias de todas las nacionalidades; representación de todos los cárteles de narcotraficantes; saqueo del erario público, llevado a cabo por miembros de toda laya de la política al uso.

Doña Pilar Franco Bahamonde predijo que algún día a su hermano Francisco le harían santo. Yo no espero que el Caudillo llegue a tanto, pero de lo que si estoy seguro es de que las puertas de la Historia de España se abrirán para él de par en par, y ocupará un sitio en el lugar privilegiado que ocupan los mejores.

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