Amnistiar a los terroristas que usan la extorsión y el asesinato como herramienta de negociación es reconocerles, por parte de la autoridades judiciales y políticas, que tuvieran derecho a asesinar, como argumentación de sus exigencias.
Eso es lo que desde hace muchos años está ocurriendo en España, y en el resto de países que presumen de civismo, de espíritu humanitario y de reinsertivo fin, por haber desterrado de su "menú" de sentencias judiciales la pena de muerte, adoptando como máxima pena la cadena perpetua (30 años); sofisma que encubre una pena que jamás se cumple por más crímenes que el reo, asesino terrorista, haya cometido en uno o más atentados.
Dedicarme a enjuiciar a todos los países que abolieron la drástica medida es tarea ardua por encima de mis conocimientos y hasta de mis fuerzas físicas,
por lo que me quedaré en lo más próximo, y más doloroso que es lo que viene ocurriendo en España, de manera más o menos oculta,
desde que unos cuanto golfos desahogados clavaron la Democaca en nuestros lomos.
No es suficiente razón el que los asesinos hayan dejado de asesinar, porque si así ha sido desde hace tres años, no es por arrepentimiento, sino porque sus cómplices han recogido las nueces, y ya están ocupando cargos de máxima responsabilidad en las instituciones políticas de las Vascongadas.
Y no es suficiente porque las víctimas no han recibido por parte de los asesinos la reparación que merecen, quienes tuvieron la suerte de sobrevivir a la bestialidad terrorista, y las familias de quienes fueron asesinados.
No es que no hayan recibido por parte de las organizaciones asesinas que hoy han alcanzado sus metas institucionales, sino que además han de convivir a diario con quienes atentaron contra su integridad física y económica, o lo que es más doloroso, con quienes se llevaron las vidas de sus seres queridos; viudas, huérfanos y padres que han de dejar paso franco por las calles de los pueblos a quienes tanto mal les hicieron que, enchulecidos como "auténticos cuidadores de putas" por "su triunfo", paseen como los gallos del corral
cuando solamente son unas asquerosas gallinas,
que ni siquiera tuvieron la gallardía de enfrentarse a sus víctimas en las mismas condiciones.
Ese tipo de medidas no es posible que pudieran ser generadas por mentes sanas; cerebros de limpia ejecutoria, sino por gentuza que reconociéndose transgresores, y por ello en peligro, decidieron legislar de forma suave, por el quien sabe si mañana.
Y así fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario