Según la prensa, el presidente Rajoy ha aconsejado que después del "desconvoque envainatorio" de la estupidez que los separatistas catalanes querían llevar a cabo el día 9 de noviembre, no se carguen las tintas en descalificaciones personales contra Arturito Mas, con el objetivo de poder iniciar conversaciones para un acercamiento. ¡Viva sus perendengues, señor presidente!. Así se actúa ¡joder! así se bate la gente brava y
comprometida con la sagrada obligación de defender a la Patria contra el enemigo que atenta vilmente contra ella, con la intención de robarle una parte de su integridad.
Si señoras y señores, camaradas míos o no; ahora ha llegado la hora de repartir prebendas al vencido, no por las armas (¡qué lastima!), sino por la fuerza de la razón, del Tribunal Constitucional. Esperemos que no ocurra como en otros momentos de la vida de esta Democaca, que para amansar al ladrón, negociaron lo que nos iba a ser robado; Dios no me hizo lo suficientemente golfo como para estar en esa
charla pero, ahí estuviera yo, que aplicaría la vieja norma de los jugadores de Mus: al enemigo ni agua. ¡Qué coño! que paguen los chiquitos.
En el campo de batalla el vencedor no debe dejar heridos, ni hacer prisioneros que en otros momentos puedan incordiar. "Al separatista y al pichón, escopeta y perdigón".
En estas estamos, cuando quien lleva la manija, tiene más dudas que certezas. Es cierto que hay ocasiones, y esta podía ser una de ellas, que conviene hablar (bla, bla, bla), para dejar las cosas meridianamente claras; para que de una puñetera vez esta clase de imbéciles comprendan que España no es una barra de pan, de la que cada quien coge un trozo y se lo lleva. España es una unidad de destino en lo universal, y así continuará siendo por los siglos de los siglos.
Hablar sí, pero no con esta gentecilla de ideas cortas, anticuadas y pueblerinas; con ínfulas de reyezuelos de tribu Centroafricana.
Los interlocutores futuros deberían ser, para que todo vaya correcto, catalanes de bien, personas honradas que no hayan cobrado comisiones fraudulentas; personas que no tengan caudales de imposible explicación en paraísos frescales, ni herencias paternales sin justificar, ni hijos émulos de bandoleros y tabucaires catalanes como Sacrolla, Carraclet y Guinart. Buenos catalanes que, a la vez, sean buenos españoles; personas convencidas de que en la unidad nacional está nuestra fuerza y que, desde esa unidad nacional, se abre la posibilidad de un mejor futuro.
Los separatistas, vascos, gallegos, canarios, catalanes o andaluces, son como las secreciones anales perrunas que, por no tener valor, ni siquiera sirvan para estercolar los campos.
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