Algo habrá que hacer para que las cosas alcancen su equilibrio, lo que les haría ser más justas, mientras se encuentre la manera de alcanzar la plena justicia.
No se pude, ni se debe, esconder una realidad que por tenerla delante de nuestras narices, no hemos sido capaces de reconocer ni evaluar cuan antinatural e injusta resulta. Al día de hoy, entre unas cosas y otras, andamos por los seis millones de parados y el numero de familias españolas que se encuentran en el umbral de la pobreza es el 21,8%, que vienen a ser, aproximadamente 11.000.000 de personas. Además de otros dolorosos datos, consecuencia de los ya dados, que enumerarles no servirían más que para cubrir espacio.
Entre las diez personas más ricas de España, suman un patrimonio de 69.950 millones de euros. Este es un dato que choca con que en España, el 25% de los menores de 16 años sufran de malnutrición, por que sus familias no pueden comprar carne, pescado, ni fruta.
El problema a solucionar, no es que sea difícil, sino que es prácticamente imposible porque la curva del empleo es descendente, no solo en los viejos países europeos, sino también en los que se ha dado en llamar emergentes. Cada día se necesitan menos personas para cuanto se crea, se cría y es fabricado en la tierra, y cuanto se extrae del mar.
La misma dinámica ofrecen las nuevas profesiones que se van creando con las nuevas tecnologías que, a pesar de su novedad, el número de trabajadores decrece, al tiempo que lo fabricado aumenta. El trabajador es una especie en vías de desaparición que será sustituido por el robot, mientras el empresario puede llegar a poder presumir de ser el tipo más rico del mundo.
Algo habrá que hacer para que las cosas alcancen su equilibrio. Quizás podría ser la implantación por parte del ministerio de Hacienda, de una reforma de los impuestos que sea progresiva en su aplicación hasta el 9o % del beneficio, cuando esos beneficios son exageradamente altos. De esa manera, tal vez algunos empresarios preferirían tener más trabajadores y menos robots.
No quiero caer, como un rojazo cualquiera, en la ramplona demagogia, poniendo veladamente en entredicho la forma en que se ha amasado alguna de esas fortunas, aunque haya más de una que leer el comienzo de su biografía, le pone a uno en la situación de partirse el culo de risa, o de empezar a insultar al "ricacho" acordándose de sus progenitores, hasta que la garganta no pueda emitir sonido alguno.
Hay una zona de España en la que el contrabando de tabaco, posiblemente, constituyera la base de sus ingresos, por encima de cualquier otra dedicación industrial y comercial. Al cambiar los tiempos, con la llegada de la Democaca, se amplió el negocio y, al tabaco, se le unieron ciertas sustancias alucinógenas, capaces de generar mayores beneficios. Y todas las buenas gentes nos preguntamos a donde van a parar esa ingente cantidad de millones de euros. ¿Estarán encerrados bajo siete llaves?
Eso sería una estupidez y aquellos señores del tabaco y la droga serán cualquier cosa, menos estúpidos. En todo el mundo hay cantidad de "tintes" que se dedican al "lavado y planchado"; no ha de ser España el único país en el que no hubieras "empresas tintoreras".
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