Reconozco que no soy un cerebro muy lúcido y que con más frecuencia de la que cabría desear, me superan los acontecimientos y aunque me expliquen las cosas que de ellos se derivan, o tardo en comprender, o no alcanzo a comprenderlas jamás; quizá sea un problema de dislexia.
Eso es lo que me pasa con las noticias que sobre Su Santidad el Papa Francisco leo o escucho en los medios de comunicación.
Por ejemplo; no sé lo que Su Santidad pretende decirnos, al pueblo cristiano, cuando habla de "no marginar a los gays". La marginación y marginadores de todo –el tema de la homosexualidad no podía ser una excepción-, siempre existirán mientras no se extinga el ser humano; se margina todo aquello que no gusta, y se margina todo aquello que no se entiende; pienso que eso va en el pack de nuestra capacidad maligna, que es el motor que pone en marcha los malos comportamientos; unos los vencemos y otros no. También existe la auto marginación; en muchos casos, es una herramienta perversa que manejan algunos, para sacar beneficios personales y/o de grupo. ¿Quién no ha tenido o tiene un amigo/a homosexual? Yo, como millones de personas en todo el Mundo, los tengo y no me he visto obligado a tener que hacer, ellos tampoco, ninguna terapia para mantener una amistad normal. Claro que como personas discretas, yo no voy gritando a todo pulmón, a voz en cuello mi heterosexualidad, ni ellos van vestidos de Pepa la de los lunares, ni ellas de camioneros germanos. Tampoco asisten a la poco edificante charlotada que es el desfile gay, aquí o en extranjero, montada sola y exclusivamente para escandalizar. Esa es la idea principal del Lobby Gay, y no el que se les abra una puerta, que siempre ha estado abierta, para la homosexualidad formal que, como las cartas de la baraja, se mezcla sin rechazo con el conjunto de la sociedad.
Tampoco entiendo a Su Santidad cuando dice no saber qué hacer con lo que se conoce como Banco Vaticano. Quizá no sería una mala idea cerrarlo, como apuntan desde varias posiciones, algunas hasta desde miembros de la Iglesia. Su existencia y escándalos es lo que el mundo ateo usa para, de forma totalmente grosera e irrespetuosa, acusar a la Iglesia Católica, Apostólica, Romana de ser un Lobby.
Y mucho menos entiendo que, sirviendo al Altísimo como su máximo representante en la Tierra, -“me gusta andar por las calles y, en ese sentido, me siento enjaulado”- dé importancia a no poder callejear por las calles de Roma. En todo caso, siempre podrá renunciar, para poder satisfacer su gusto por el callejeo, si considera más importante eso, que aquello de cuidar del rebaño del Señor.
Reconozco que mi opinión es de poco peso específico, pero no resisto al deseo de expresarme: no me gustan las personas que utilizan la sonrisa (forzada) como expresión beatifica; no me gustan los populistas sin soluciones, aunque salgan por la mismísima puerta principal del Vaticano. Espero que el Papa Francisco no confunda al normal aprecio de la Iglesia por los desheredados, con el trasnochado comunismo bolivariano tan de moda por algunos países de lo que fuera Hispanoamérica. ¡Dios me perdone!
¡Ay Juan Pablo II que estás en el Cielo!
Eso es lo que me pasa con las noticias que sobre Su Santidad el Papa Francisco leo o escucho en los medios de comunicación.
Por ejemplo; no sé lo que Su Santidad pretende decirnos, al pueblo cristiano, cuando habla de "no marginar a los gays". La marginación y marginadores de todo –el tema de la homosexualidad no podía ser una excepción-, siempre existirán mientras no se extinga el ser humano; se margina todo aquello que no gusta, y se margina todo aquello que no se entiende; pienso que eso va en el pack de nuestra capacidad maligna, que es el motor que pone en marcha los malos comportamientos; unos los vencemos y otros no. También existe la auto marginación; en muchos casos, es una herramienta perversa que manejan algunos, para sacar beneficios personales y/o de grupo. ¿Quién no ha tenido o tiene un amigo/a homosexual? Yo, como millones de personas en todo el Mundo, los tengo y no me he visto obligado a tener que hacer, ellos tampoco, ninguna terapia para mantener una amistad normal. Claro que como personas discretas, yo no voy gritando a todo pulmón, a voz en cuello mi heterosexualidad, ni ellos van vestidos de Pepa la de los lunares, ni ellas de camioneros germanos. Tampoco asisten a la poco edificante charlotada que es el desfile gay, aquí o en extranjero, montada sola y exclusivamente para escandalizar. Esa es la idea principal del Lobby Gay, y no el que se les abra una puerta, que siempre ha estado abierta, para la homosexualidad formal que, como las cartas de la baraja, se mezcla sin rechazo con el conjunto de la sociedad.
Tampoco entiendo a Su Santidad cuando dice no saber qué hacer con lo que se conoce como Banco Vaticano. Quizá no sería una mala idea cerrarlo, como apuntan desde varias posiciones, algunas hasta desde miembros de la Iglesia. Su existencia y escándalos es lo que el mundo ateo usa para, de forma totalmente grosera e irrespetuosa, acusar a la Iglesia Católica, Apostólica, Romana de ser un Lobby.
Y mucho menos entiendo que, sirviendo al Altísimo como su máximo representante en la Tierra, -“me gusta andar por las calles y, en ese sentido, me siento enjaulado”- dé importancia a no poder callejear por las calles de Roma. En todo caso, siempre podrá renunciar, para poder satisfacer su gusto por el callejeo, si considera más importante eso, que aquello de cuidar del rebaño del Señor.
Reconozco que mi opinión es de poco peso específico, pero no resisto al deseo de expresarme: no me gustan las personas que utilizan la sonrisa (forzada) como expresión beatifica; no me gustan los populistas sin soluciones, aunque salgan por la mismísima puerta principal del Vaticano. Espero que el Papa Francisco no confunda al normal aprecio de la Iglesia por los desheredados, con el trasnochado comunismo bolivariano tan de moda por algunos países de lo que fuera Hispanoamérica. ¡Dios me perdone!
¡Ay Juan Pablo II que estás en el Cielo!
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