viernes, 7 de junio de 2013

LOS IMBÉCILES LOS PONE LA DEMOCRACIA.


En noticia recogida por el diario El Mundo, el pasado día 30 de mayo, sobre la participación de la “artista”, no sé si escultora, Lara Almarcegui, en la 55ª edición de la Bienal de Venecia, representando a España con una gran obra de fuerte impacto plástico, que demuestra su gran valor artístico.
De las virtudes de la señorita Lara Almarcegui estaba hablándonos a mi camarada Francisco Hernando y a mí, un “arrimao” que decía ser crítico de arte de un de los más importantes periódicos de Madrid, mostrándonos las fotografías de la obra de doña Lara (entre esas fotos llevaba unas, conté dos, de los papeles de Bárcenas), expuesta, como ya he dicho en la quincuagésimo quinta bienal celebrada en la celebérrima y singular ciudad que es Venecia.

Mi amigo Francisco –Paco para los camaradas- es tan buena persona como a veces es brutote y extemporáneo. Miró las fotos que le mostraba el crítico de arte del Pa… (¡Cuidado Eloy, que casi se te escapa!) Con detenimiento, levantó la mirada y con la misma intensidad, volvió a mirar las fotos y, como mostrando un interés preguntó al crítico “¿Eso lo hizo ella sola, sin pilas Energicer, piedrecita a piedrecita hasta hacer los montones? Pues ¡Tiene arte la jodía! Óyeme ¿Le pagan por hacer esas… cosas?” “Claro; tu si fueras un artista ¿trabajarías gratis?” “¡Nunca! eso no lo haría jamás; el trabajo es cosa muy seria a la que hay que tratar con el máximo respeto, y la mejor manera de mostrar ese respeto es pagando a tocateja.”

Cuando quedamos solos, al marcharse el enteradillo, mi amigo paco, también se fue usando una excusa de más peregrino: “chico, lo siento pero, es que viendo esos montones de escombros, puestos ahí, sin más arte que el que un simple volquete puede haber creado al vaciar su carga en el puñetero suelo y, sabiendo que nos ha costado 800.000 eurazos, me ha entrado una descomposición de vientre que hasta dudo que pueda llegar “limpio” al próximo retrete que me encuentre”. Y es que Paco es muy sensible.

Después de varios días ayer le volví a encontrar en el pequeño bar donde solemos tomar el aperitivo y, lo primero que hizo, antes de dame los buenos días, fue darme una fotografías. ¿Por qué me das estas fotos? ¿Qué es? Le pregunté, no sabiendo lo que era el motivo central de la foto. “¿Es posible que no reconozcas lo que hay en esas fotos? ¡No me lo puedo creer!” fue la contestación un tanto airada de Paco. Pues… ¿qué quieres que te diga, chico? Pero no soy capaz de llegar a saber que son esas cosas de color marrón que hay en esas fotografías. “Te lo voy a decir, ya que eres tan torpe. Son deposiciones mías, artísticamente puestas en mitad de un campo. No te creas que salieron así, de manera natural, como viene siendo la normalidad ¡Quía! Mucho tuve que contorsionar el cuerpo en el transcurso, para lograr las formas que puedes contemplar”. Nunca había visto a Paco, y le trato desde la infancia, explicar con tanto orgullo algo que hubiera hecho él, como le vi ayer. Paco, perdona, ¿para qué quieres guardar esa porquería? “No, querido amigo, las fotos que te he enseñado son el testimonio de mi arte que he mandado a la directiva da la Bienal de Venecia, las deposiciones las tengo ya secas en casa –prepararé alguna más por si acaso-, para cuando me den el permiso, o lo que sea, para dentro de dos años poderlas exponer en esa preciosa ciudad ¡Va a ser un bombazo! Ya lo veras; los escombros de Lara Almarcegui…”. Paco ¿Te lo has hecho mirar? No se me ocurrió decir otra cosa. “No te equivoques, Eloy; la dificultad es encontrar unos pocos capitalistas que me subvencionen con 800.000 euros, más o menos, que es lo que viene a costar la cosa. Los imbéciles los pone la Democracia”.

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