Resulta que el "pajarito" de Hugo Chávez vuela erecto por el cielo azul de Caracas, dictando los deberes a sus esbirros. Escuchar a Maduro, vicepresidente del gobierno, en funciones de presidente de Venezuela, decir que el "pajarito" de Chávez se le plantó en una viga -mejor en una viga, que en su trasero- para decirle con unos pocos trinos telepáticos que luche por la revolución bolivariana como él lo hizo mientras anduvo vivito y coleando. En un primer momento, parece que el señor Maduro está muy poquito maduro y, si los venezolanos insisten en concederle el poder, es que ellos tampoco andan maduros. Pero no, la mística del pajarito piantón, cómo me dice Emilia -una de tantas mujeres bonitas que da aquella tierra- es solamente un entretenimiento en el que los venezolanos se enredan; una aparente estupidez convertida en arma propagandística, que aparta a la gente de la atención de interesarse sobre cosas verdaderamente importantes como, sin duda lo es, el suministro de crudo a Cuba, Bolivia y Ecuador regalado o a precios de saldo.
Pues, hablando del pajarito y de sus trascendentes píos, píos –todos conocíamos el brazo incorrupto de santa Teresa de la Cruz, de la sangre que se licua, de san Pantaleón y ahora uniremos a nuestros conocimientos, el “pajarito” piantón de Hugo Chávez- se olvida la gente de la angustiosa situación en la que están viviendo. Un país rico como sería Venezuela, si no regalara su petróleo a esos golfos, no tendría el nivel de pobreza al que, por culpa de la estúpida “Revolución Bolivariana” en que le ha puesto la sucesión de maldades y tontunas cometidas por un iluminado liderzuelo de tres al cuarto, el que ahora, gravemente muerto, es posible que deje su cargo al ex conductor del Metro de Caracas; un personaje grosero y medio analfabeto, que piensa conducir los destinos de Venezuela, por los raíles que puso el muerto, como hacía por los raíles de hierro con el suburbano.
Será lastimoso, para el futuro de Venezuela, que no sean capaces los venezolanos de aprovechar la benéfica desaparición del fantoche cantarín, deshonor del ejercito. No es la continuidad del desastre, el matrimonio Maduro-Flores, lo que vaya a regenerar -no se apaga la gasolina en fuego, rociándola con más gasolina- la vida de aquel país hispano -junto a Argentina, Uruguay, Méjico y Chile-, uno de los más importantes de la que fue “América Española”.
Se aventura difícil el cambio en las muy próximas elecciones pues, tiene el “pajarero Maduro” en la mano, todo el apoyo estatal, incluyendo los recolectores de las actas; medios audiovisuales y escritos; a lo que también hay que sumar, para mayor dificultad del cambio, la acción del mosaico opositor (Mesa de Unidad Democrática) que, por ser la derecha –igual que la española- lejos de mostrar virilidad en la lucha, se conforma con quedar los segundos en “la meta” y, para no parecer violentos, dar la callada por respuesta al insulto -maricón-, con que ha adjetivado Nicolás Maduro a su candidato, el señor Enrique Capriles.
La oposición venezolana debería saber que para luchar contra un espadachín, no vale un cortaúñas.
Pues, hablando del pajarito y de sus trascendentes píos, píos –todos conocíamos el brazo incorrupto de santa Teresa de la Cruz, de la sangre que se licua, de san Pantaleón y ahora uniremos a nuestros conocimientos, el “pajarito” piantón de Hugo Chávez- se olvida la gente de la angustiosa situación en la que están viviendo. Un país rico como sería Venezuela, si no regalara su petróleo a esos golfos, no tendría el nivel de pobreza al que, por culpa de la estúpida “Revolución Bolivariana” en que le ha puesto la sucesión de maldades y tontunas cometidas por un iluminado liderzuelo de tres al cuarto, el que ahora, gravemente muerto, es posible que deje su cargo al ex conductor del Metro de Caracas; un personaje grosero y medio analfabeto, que piensa conducir los destinos de Venezuela, por los raíles que puso el muerto, como hacía por los raíles de hierro con el suburbano.
Será lastimoso, para el futuro de Venezuela, que no sean capaces los venezolanos de aprovechar la benéfica desaparición del fantoche cantarín, deshonor del ejercito. No es la continuidad del desastre, el matrimonio Maduro-Flores, lo que vaya a regenerar -no se apaga la gasolina en fuego, rociándola con más gasolina- la vida de aquel país hispano -junto a Argentina, Uruguay, Méjico y Chile-, uno de los más importantes de la que fue “América Española”.
Se aventura difícil el cambio en las muy próximas elecciones pues, tiene el “pajarero Maduro” en la mano, todo el apoyo estatal, incluyendo los recolectores de las actas; medios audiovisuales y escritos; a lo que también hay que sumar, para mayor dificultad del cambio, la acción del mosaico opositor (Mesa de Unidad Democrática) que, por ser la derecha –igual que la española- lejos de mostrar virilidad en la lucha, se conforma con quedar los segundos en “la meta” y, para no parecer violentos, dar la callada por respuesta al insulto -maricón-, con que ha adjetivado Nicolás Maduro a su candidato, el señor Enrique Capriles.
La oposición venezolana debería saber que para luchar contra un espadachín, no vale un cortaúñas.
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