Ellas y ellos se van y, aquí, nos dejan para lidiar el disloque que han creado en sus años dedicados a lo que, cuando entraron, no tenían zorra idea del tema, más o menos, igual que cuando se han ido; la única diferencia es que se van llevándose bien forrados los riñones. Pero no se van de cualquier manera ¡Un pijo! Que dirían en mi Murcia natal; se van colocados a oficios más productivos y hasta mejor pagados que ¡ya es decir!. Así, de esa manera que ella siempre hace las cosas, como haciéndonos un favor -que menudo favor nos hizo con los horarios del comercio-, se ha ido doña Esperanza Aguirre ¡Ah! Pero no renuncia a su empleo como funcionaria en el ministerio de Turismo, simplemente pide la excedencia, otra, por si la “jugada” terminara por pintar en bastos. Como todos sabemos, desde la llegada de esta mierda de sistema político, son innumerables los casos de verdaderos “tuercebotas” -intelectualmente hablando-, como aquél ministro, aún era de Gobernación, nacido en León, pareja inseparable del asombro de Cebreros y “paladín”, de la Democracia, ambos amamantados en la Secretaría General del Movimiento (¡que hay que joderse!) que, después de haber demostrado su incapacidad para cargo alguno, terminó como presidente de una empresa semi-pública, dedicada a la electricidad. Y hemos de dar gracias a Dios, de que esos cargos no obligan a otra cosa que no sea la de coger el jugoso sueldo mensual, ya que si su presidencia hubiera sido efectiva, seguramente ahora nos estaríamos alumbrándonos con velas.
El pueblo español, al menos, es tan digno como el que más lo sea. Los que son indignos son los políticos. Los españoles, lo hemos demostrado en infinidad de veces, somos capaces de afrontar hasta lo más grave, la muerte, siempre que sea por un motivo altruista, la familia, la Patria... Desde el más preparado hasta el ignorante total (bueno, no; los ignorantes totales los vemos haciendo chorizadas a diario en nuestros lugares de residencia, sin decencia; sin ética; y sin dignidad) tiene un profundo sentido de esos valores que desde la oficialidad política, tan barato se tasa: valor; entrega; dignidad; honor; solidaridad; fe… todo lo que a la mala clase que se ha instalado en los distintos poderes: político, económico (banqueros) y judicial les faltan. Y que también va salpicando cada día más a la clase periodística, ese cuarto poder que dicen que asiste ladrando, pero sin morder, a los espectáculos que se están sucediendo en España, y ponen sordina a sus trompetas, tal vez es que les va bien en el carrito y piensan que soplar sus trompetas sin la sordina, pudiera ocurrir, como en Jericó, que, al caer la muralla, los cascotes llegaran a pillarles en “pelota picá”. Las subvenciones hacen milagros con las memorias de muchos periodistas lo que les coloca en el mismo escalón que los desvergonzados.
Hoy me entero, por boca del ministro de industria que, a punto de sobrepasar el “Plan PIVE”, ante los resultados obtenidos (el aumento en la venta de coches), posiblemente se repetiría. El parque de vehículos de turismo que tenemos, a 2012, es 22.305.164; tocamos, aproximadamente, a medio coche por español o, mejor dicho, a un coche por cada dos personas; las ciudades y carreteras españolas, malamente son capaces de soportar el tráfico diario porque, además de esos más de 22 millones, tenemos alrededor de otros 5.000, para pasear a los políticos y demás gente de oscuro vivir; más de 62.000 autobuses; 5.000 “fregonetes” y camiones y, por si fuera poco, cerca de 3.000.000 de motocicletas. El ministro de Industria debería informarse por alguno de sus muchos asesores que, además de vehículos de motor, la Industria Española sería capaz de crear muchas otras cosas que, por falta de financiación y huérfana de “pives” ministeriales, amén de no recibir de las instituciones del estado el pago a sus servicios, se ve muy reducida, a pesar de tener gran capacidad. Yo pertenezco a una profesión en la que mis hijos y sobrinos son la 5ª generación, jamás hemos tenido la suerte de ser considerados, a nivel personal, ni gremial, merecedores de la más ruin de las subvenciones ¡Un euro! Y, eso que somos una profesión que ingresa en las arcas del Estado una buena cantidad. Somos la diana de los ladrones y, de lo único que se preocupa la autoridad competente, además de prometernos protección, que nunca llega, es de obligarnos a poner en nuestros establecimientos los más sofisticados y caros sistemas de alarma, y, si no seguimos la norma, se nos aplica la correspondiente multa. Mi familia y casi todos los profesionales de esta profesión, con todas las alarmas a las que se nos obliga, hemos sido asaltados o robados, o robados y asaltados, sin que esa autoridad competente que ofrece darnos protección y no cumple sus promesas sea consecuente con la obligación que nos impone. Entonces, si el gobierno al que pertenece, no nos presta ayuda alguna cuando nos roban, ¿Qué coño les importa si tenemos o dejamos de tener alarmas? ¡Esas cosas no pasaban con Franco!
El pueblo español, al menos, es tan digno como el que más lo sea. Los que son indignos son los políticos. Los españoles, lo hemos demostrado en infinidad de veces, somos capaces de afrontar hasta lo más grave, la muerte, siempre que sea por un motivo altruista, la familia, la Patria... Desde el más preparado hasta el ignorante total (bueno, no; los ignorantes totales los vemos haciendo chorizadas a diario en nuestros lugares de residencia, sin decencia; sin ética; y sin dignidad) tiene un profundo sentido de esos valores que desde la oficialidad política, tan barato se tasa: valor; entrega; dignidad; honor; solidaridad; fe… todo lo que a la mala clase que se ha instalado en los distintos poderes: político, económico (banqueros) y judicial les faltan. Y que también va salpicando cada día más a la clase periodística, ese cuarto poder que dicen que asiste ladrando, pero sin morder, a los espectáculos que se están sucediendo en España, y ponen sordina a sus trompetas, tal vez es que les va bien en el carrito y piensan que soplar sus trompetas sin la sordina, pudiera ocurrir, como en Jericó, que, al caer la muralla, los cascotes llegaran a pillarles en “pelota picá”. Las subvenciones hacen milagros con las memorias de muchos periodistas lo que les coloca en el mismo escalón que los desvergonzados.
Hoy me entero, por boca del ministro de industria que, a punto de sobrepasar el “Plan PIVE”, ante los resultados obtenidos (el aumento en la venta de coches), posiblemente se repetiría. El parque de vehículos de turismo que tenemos, a 2012, es 22.305.164; tocamos, aproximadamente, a medio coche por español o, mejor dicho, a un coche por cada dos personas; las ciudades y carreteras españolas, malamente son capaces de soportar el tráfico diario porque, además de esos más de 22 millones, tenemos alrededor de otros 5.000, para pasear a los políticos y demás gente de oscuro vivir; más de 62.000 autobuses; 5.000 “fregonetes” y camiones y, por si fuera poco, cerca de 3.000.000 de motocicletas. El ministro de Industria debería informarse por alguno de sus muchos asesores que, además de vehículos de motor, la Industria Española sería capaz de crear muchas otras cosas que, por falta de financiación y huérfana de “pives” ministeriales, amén de no recibir de las instituciones del estado el pago a sus servicios, se ve muy reducida, a pesar de tener gran capacidad. Yo pertenezco a una profesión en la que mis hijos y sobrinos son la 5ª generación, jamás hemos tenido la suerte de ser considerados, a nivel personal, ni gremial, merecedores de la más ruin de las subvenciones ¡Un euro! Y, eso que somos una profesión que ingresa en las arcas del Estado una buena cantidad. Somos la diana de los ladrones y, de lo único que se preocupa la autoridad competente, además de prometernos protección, que nunca llega, es de obligarnos a poner en nuestros establecimientos los más sofisticados y caros sistemas de alarma, y, si no seguimos la norma, se nos aplica la correspondiente multa. Mi familia y casi todos los profesionales de esta profesión, con todas las alarmas a las que se nos obliga, hemos sido asaltados o robados, o robados y asaltados, sin que esa autoridad competente que ofrece darnos protección y no cumple sus promesas sea consecuente con la obligación que nos impone. Entonces, si el gobierno al que pertenece, no nos presta ayuda alguna cuando nos roban, ¿Qué coño les importa si tenemos o dejamos de tener alarmas? ¡Esas cosas no pasaban con Franco!
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