Se equivocó la paloma, se equivocaba. ¡La cantidad de veces
que habré escuchado ese poema, de Rafael Alberti, con música de Carlos
Gustavino! Miles, o cientos de miles de veces, a lo largo de mi vida, en la voz
de distintos intérpretes, españoles y extranjeros, entre todos ellos, quien más
me gusta en la interpretación es, Juan Manuel Serrat. Esa voz temblona que le
caracteriza, me llama poderosamente la atención, a pesar de los pesares. Habiéndola escuchado tanto, durante tantos
años, nunca me había parado a pensar en lo que el poeta quería decir con su
poema y, así habría continuado si no hubiera sido por que un viejo
“camaradoski” muy metido en el PC, me dijo que Rafael Alberti, en sus poemas y
escritos, sin ningún género de dudas, siempre, explícitamente, o de forma
soterrada, solamente perceptible por personas inteligentes -rojillos de todo
pelaje ¡faltaría más!-, dice cosas políticamente muy importantes.
Por eso ayer, incentivado por el viejo comunista, puse toda
mi atención; palabra por palabra; línea por línea; rima por rima y, una vez
acabado el minucioso examen, llegue a una conclusión: ¡Qué gilipollez! Más
idiota no podía ser la pobrecita paloma. Todos sabemos como son las palomas,
las vemos todos los días por las calles de nuestras ciudades, comiendo
cualquier guarrería que se encuentran en el suelo y bebiendo el agua
ennegrecida por el hollín que tiran los coches por el tubo de escape. Las
palomas, no es que sean tan inteligentes como el gorrión pero, irse al sur,
cuando la están esperando en el norte… a continuación, la muy estúpida, va y se
cree que el trigo era agua. Vamos a ver; entre los varios millones de cosas que
ignoro, por supuesto, no iba a ser el comportamiento de las aves donde yo
estuviera doctorado pero, que una paloma llegue a creer que el mar, con sus
olas y barquitos es el cielo, solamente podría suceder si la paloma, además de
ser idiota, también fuera miope, porque además de lo anterior -mar y cielo- no
distingue la noche oscura, de la clara y soleada mañana. Y, a todo esto el
autor no hace mas que repetir, con animo de exculpar a la paloma, “se
equivocaba, se equivocaba”. No, señor Alberti; su paloma no se equivoca, lo que
ocurres es que más parece un ejemplar del “pájaro bobo” que una paloma. Me
ratifico en la idea de las dificultades visuales, porque, según parece, ve
rocío, cuando a lo que estaba mirando era a las estrellas –la osa mayor; la
menor y el carro- . Lo que a mi entender da una clara pista de que algo en su
cerebro no es normal, es que, sintiendo calor, piense que es producto de una
nevada. Eso no es equivocación, por mucho que se empecine el autor. Como
tampoco se pude considerar equivocación el que la jodida paloma, no sea capaz
de distinguir entre unos túrgidos pechos y un respingón culete, cuando ve
diferencia entre una falda y una blusa.
Vamos que, en lo único que su paloma, don Rafael Alberti acertó es, en no
considerar el corazón de la chica de la falda y la blusa, fuera su casa. Pero,
yo creo, sinceramente, que debió ser por casualidad, porque, lista, lo que se
dice lista… no me parece. Y, no hay que dejarse atrás la de la falda y la
blusa; mientras la paloma se puso a dormir en la orilla – de algún lugar no reseñado
por Alberti- ella, se subió a lo alto
de un árbol, para dormir en la cumbre de una rama.
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba.
Creyó que el mar el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama)
Esta noche, los resultados de las elecciones en Cataluña, da como el
resultado más reseñable, que el señor Arturo Mas, se ha chocado la testuz
contra las urnas. Si tuviera un mínimo de dignidad, debería presentar la
dimisión, y encaminarse hacia “Cuatre Camins”, que es el lugar, según parece,
donde podría pasar unos cuantos años de su vida.
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