Positivo viaje del Rey a la India: no ha matado ni un solo elefante y ha brindado con agua. El largo, trabajoso y cálido periplo de don Juan Carlos I por la India, esta vez, como “recadero” del Gobierno del PP.
El rey de España, ayer, aunque caluroso, lo fue menos que el día anterior que fue de aúpa; por lo que dicen las crónicas, vivió una jornada muy ajetreada. Eso no impidió sacrificarse a su majestad en pro de la empresa en la que le han empeñado, pues si en Bombay hizo mucho calor, los fastos en Delhi, fueron más intensos y duraderos, cronómetro en mano. Nos dice el cronista de “El Mundo” que el Rey, a sus casi 75 años, tuvo que hacer frente a cinco eventos (ardua y penosa labor, solamente comparable a la de picador en una mina de carbón): recibimiento de honores; homenaje a Gandhi; foro y almuerzo con empresarios; encuentro con políticos y cena de gala. Todo ese tortuoso trabajo, para un hombre de casi 75 años normal, que no hubiera bebido como un cosaco; que conservara sus huesos, por hacer una vida normal, en buen estado, de acuerdo a su edad; de haber tenido o tener, una vida sexual ordenada dentro de un orden; que no se esté dedicando a la practica de deportes de riesgo (caza de elefantes y “Conejos caseros", de los que se cazan a mano, “de abajo a arriba y no de arriba abajo”), seguramente, para ese anciano, no sería algo penoso.
Pero, parece ser que ese no es el caso de su majestad y, claro, caminar 200 metros pasando revista a las fuerzas que le rindieron honores; más tarde hubo de caminar descalzo, otros 200 metros, en el túmulo de Gandhi y, a continuación, se vio en la obligación de intervenir, oralmente, en el foro empresarial, previo a la celebración del almuerzo. Y, parece ser que durante ese acto, exhausto por el esfuerzo titánico de recorrer 400 metro en dos fases (eso se lo hace Usain Bolt en un abrir y cerrar de ojos), se pegó unas pocas cabezadas, espabiladas por los aplausos de la concurrencia, tal vez le estaban aplaudiéndole a él, por lo bonito que roncaba (los empresarios pudieron observar lo muy interesado que estaba por lo que allí se trataba). Y, cuando solamente le faltaba recorrer 32 míseros metros para llegar a un mullido sofá, ante la imposibilidad de hacerlo majestuosamente erguido, hubo de hacerlo agarrado del brazo de un militar indio. Al fin, en el sofá que desde la lejanía de esas poco más de tres decenas de metros, parecía inalcanzable, cayó derrumbado como la muralla de Jericó o el muro de Berlín.
Uno, aunque no sea monárquico, comprende a su majestad cuando dijo aquello de, “España, viéndola desde dentro, dan ganas de llorar”, quizá debió decir que, “viéndola de desde la distancia, dan ganas de llorar”. Ya que la distancia amplia la perspectiva del horizonte. A los que desde dentro nos caen lagrimones como melones, somos los que no vivimos del presupuesto nacional; los que tenemos que salvar los meses privándonos, en muchos casos, de cosas necesarias, para poder pagar los impuestos, con lo que se paga, entre otros, a la Casa Real. Y, muy ciego se ha de ser o muy malvado, paro no reconocer la participación de los propios errores, como causantes de esas lágrimas.
El largo, trabajoso y cálido periplo de don Juan Carlos I, por la India.
¿Volverá a decir aquello de “Estos se creen que por mandarme a mí, va a haber más contratos”?
En el negocio de mi padre, perdón por buscar un ejemplo tan próximo, había un empleado, contratado exclusivamente para hacer los recados los recados externos al taller, con el mayor celo y procurando no tener fallo, o se tenía que a atener a las consecuencias: la bronca del jefe. Él tenía asumida cual era su función en la empresa, y la realizaba de la mejor manera.
Su Majestad la Reina, doña Sofía, ha sido atacada en su honor, por una empresa de seudo prostitución encubierta, y ha tenido que ser ella, sin la intervención de los medios gubernamentales, de manera particular, quien interpusiera la adecuada demanda, sin utilizar la Abogacía del Estado. Esta España, no es mi España ¿Dónde estaban los caballeros gubernamentales que han dejado sola a una Gran Dama, defendiendo su honor? ¡Ah, claro! Ya no quedan caballeros; han sido sustituidos por patanes sin educación y sin principios.
El rey de España, ayer, aunque caluroso, lo fue menos que el día anterior que fue de aúpa; por lo que dicen las crónicas, vivió una jornada muy ajetreada. Eso no impidió sacrificarse a su majestad en pro de la empresa en la que le han empeñado, pues si en Bombay hizo mucho calor, los fastos en Delhi, fueron más intensos y duraderos, cronómetro en mano. Nos dice el cronista de “El Mundo” que el Rey, a sus casi 75 años, tuvo que hacer frente a cinco eventos (ardua y penosa labor, solamente comparable a la de picador en una mina de carbón): recibimiento de honores; homenaje a Gandhi; foro y almuerzo con empresarios; encuentro con políticos y cena de gala. Todo ese tortuoso trabajo, para un hombre de casi 75 años normal, que no hubiera bebido como un cosaco; que conservara sus huesos, por hacer una vida normal, en buen estado, de acuerdo a su edad; de haber tenido o tener, una vida sexual ordenada dentro de un orden; que no se esté dedicando a la practica de deportes de riesgo (caza de elefantes y “Conejos caseros", de los que se cazan a mano, “de abajo a arriba y no de arriba abajo”), seguramente, para ese anciano, no sería algo penoso.
Pero, parece ser que ese no es el caso de su majestad y, claro, caminar 200 metros pasando revista a las fuerzas que le rindieron honores; más tarde hubo de caminar descalzo, otros 200 metros, en el túmulo de Gandhi y, a continuación, se vio en la obligación de intervenir, oralmente, en el foro empresarial, previo a la celebración del almuerzo. Y, parece ser que durante ese acto, exhausto por el esfuerzo titánico de recorrer 400 metro en dos fases (eso se lo hace Usain Bolt en un abrir y cerrar de ojos), se pegó unas pocas cabezadas, espabiladas por los aplausos de la concurrencia, tal vez le estaban aplaudiéndole a él, por lo bonito que roncaba (los empresarios pudieron observar lo muy interesado que estaba por lo que allí se trataba). Y, cuando solamente le faltaba recorrer 32 míseros metros para llegar a un mullido sofá, ante la imposibilidad de hacerlo majestuosamente erguido, hubo de hacerlo agarrado del brazo de un militar indio. Al fin, en el sofá que desde la lejanía de esas poco más de tres decenas de metros, parecía inalcanzable, cayó derrumbado como la muralla de Jericó o el muro de Berlín.
Uno, aunque no sea monárquico, comprende a su majestad cuando dijo aquello de, “España, viéndola desde dentro, dan ganas de llorar”, quizá debió decir que, “viéndola de desde la distancia, dan ganas de llorar”. Ya que la distancia amplia la perspectiva del horizonte. A los que desde dentro nos caen lagrimones como melones, somos los que no vivimos del presupuesto nacional; los que tenemos que salvar los meses privándonos, en muchos casos, de cosas necesarias, para poder pagar los impuestos, con lo que se paga, entre otros, a la Casa Real. Y, muy ciego se ha de ser o muy malvado, paro no reconocer la participación de los propios errores, como causantes de esas lágrimas.
El largo, trabajoso y cálido periplo de don Juan Carlos I, por la India.
¿Volverá a decir aquello de “Estos se creen que por mandarme a mí, va a haber más contratos”?
En el negocio de mi padre, perdón por buscar un ejemplo tan próximo, había un empleado, contratado exclusivamente para hacer los recados los recados externos al taller, con el mayor celo y procurando no tener fallo, o se tenía que a atener a las consecuencias: la bronca del jefe. Él tenía asumida cual era su función en la empresa, y la realizaba de la mejor manera.
Su Majestad la Reina, doña Sofía, ha sido atacada en su honor, por una empresa de seudo prostitución encubierta, y ha tenido que ser ella, sin la intervención de los medios gubernamentales, de manera particular, quien interpusiera la adecuada demanda, sin utilizar la Abogacía del Estado. Esta España, no es mi España ¿Dónde estaban los caballeros gubernamentales que han dejado sola a una Gran Dama, defendiendo su honor? ¡Ah, claro! Ya no quedan caballeros; han sido sustituidos por patanes sin educación y sin principios.
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