También perderán Andalucía. Y la perderán por haber caído en la tentación, por chulería, de creer que los andaluces son imbéciles y que todo lo aguantan si se les sigue dando la feria de abril, el pescaíto frito y unas copas de manzanilla y los carnavales de Cádiz con sus simpáticas chirigotas. No, señor Griñán, los andaluces no son tontos, si acaso, han sido pacientes, a la espera de que un partido de ¿izquierdas?, aprovechando las ayudas europeas, relanzara, que para eso son esas ayudas, la industria local. Pero ustedes les han fallado, usando ese dinero para beneficio de unos cuantos ladrones, que se lo han llevado crudo, de la forma más grosera y más rastrera. Hay quien se lo ha gastado en putas y cocaína.
Usted, señor Griñán, y su antecesor, Manuel Chaves, en un país serio, con un sistema judicial serio y una clase política seria, no andarían tranquilamente por la calle, luciendo palmito; por mucho menos Miguel Montes, el decano de los presos españoles, recientemente liberado, se ha pasado una “pechá” de años a la sombra del enrejado.
No hay día que no me desayune con la noticia de una nueva chorizada de alguno de los secuaces de la “peña del PSOE andaluz”. Hoy, con el tema de la bahía de Cádiz, donde ¡presuntamente! el secretario provincial del PSOE gaditano, según el Mundo, uno de los últimos lugartenientes de Manuel Chaves en Andalucía, se puede ver envuelto en un feo asunto de “siembra” de unos 20 millones de eurazos, entre una trama de empresarios. Y aun colea la trama de los EREs.
Han sido 33 años de gobierno socialista y, cuando dentro de unos pocos días se vayan, no habrán dejado en la caja de los cuartos ni las telas de araña, dejarán aquella maravillosa tierra, la de María Santísima, arrasada como quedan los campos después de pasar una plaga de langosta. Habrá que estar en vigilia permanente no sea que se lleven la Giralda, o la Torre del Oro, o el Generalife, o la Alambra, o la Mezquita de Córdoba, o la Fuente del Potro, o la Plaza de España de Sevilla, o toda la Sierra Morena para buscar, como los famosos bandoleros, lugar donde hallar refugio.
Es de tradición en España que los mejores poetas (no todos) son o fueron andaluces, y los “mejores” bandoleros hayan sido de Despeñaperros hacia abajo. Ahora, tiempo en el que reina la incultura y el bestialismo más profundo, no podría ser que triunfara algo tan hermoso y espiritual como es la poesía; pero si sigue trotando a sus anchas de picacho en picacho de la serranía y de despacho en despacho de la Junta de Andalucía, el espíritu de los Siete Niños de Écija, de José María “el Tempranillo”, del “Pernales”, “Tragabuches”, “Pasos Largos”, el “Vivillo” o el “Zamarra”.
Si jugáramos a ponerles cara a estos nombres de bandoleros ¿que cara de un político de la Junta de Andalucía, pondríais sobre cada uno de los nombres? Me encantaría que alguno de vosotros, mis queridos amigos y camaradas, me mandaseis vuestro resultado al juego que propongo.
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