Las cosas empezaron a cambiar el pasado día 20 de noviembre y en estos momentos se está haciendo más visible. La primacía de las comunidades históricas se está viniendo abajo, gracias al impulso del centralismo. En lo político, “desarmado y vencido…” una a una, todas las tierras hispánicas de la península Ibérica, menos Cataluña y las Vascongadas, se van tiñendo de azul que, aunque nos es nuestro azul Mahón, al fin y al cabo, es azul y no rojo asqueroso. ¿Es solamente en la política donde se ha detectado el cambio?
No; el cambio, de una manera aun más notoria se está dando en el deporte. Ayer, 19-2-12, en el Palacio San Jorge de Barcelona, las huestes madridistas de baloncesto dan fe del cambio, infringiendo una sonora derrota en la Final de la Copa de España, a la mesnada blaugrana de la Masía barcelonista. Pero este triunfo sonadísimo, no es el único suceso que marca el notorio cambio; no, que va, ni mucho menos. Siendo, como ya he dicho, muy importante, lo que ya es la repera es la pasada por la piedra que las tropas futbolísticas de la meseta central, a las ordenes de José Mouriño, les esta dando, a buen precio, a los “súper mega fenómenos” de José Guardiola, en el Campeonato Nacional de la Liga Española.
En los dos deportes más populares, y, por lo tanto más seguidos por los españoles, con la humildad de los deportistas acostumbrados a ganar, hoy los baloncestistas y dentro de unos meses los futbolistas, llevarán sendos trofeos a la abarrotada sala de trofeos del Santiago Bernabéu. No habrá más remedio, pienso yo, que ampliarla unos cuantos cientos de metros cuadrados, o sembrar por las escaleras, vomitorios y gradas del estadio aquellas que menos tengan menos valor deportivo.
El Real Madrid de baloncesto, ayer tarde en Barcelona, ha jugado con valentía y deportividad para ganar, y ha celebrado el triunfo con caballerosidad y elegancia. Es necesario decir que el público que ha asistido al evento se ha comportado con ruidoso respeto, sería bueno que el ejemplo cundiera en los campos de fútbol. La alegría de los buenos aficionados ha de ser por el triunfo, y no por el rival o por el lugar donde se ha jugado… ¡Amos anda! Pues no ha sido nada ganar al Barcelona en su cancha, apalizándole de 17 puntos delante de sus incondicionales que se las prometían tan felices.
Ya sé que no es bueno mezclar lo lúdico con lo muy importante y serio, yo creo saber separar estas dos vertientes de la vida, pero es que es muy probable que personas que, aunque mañana su situación seguirá siendo tan dificultosa como lo era antes de empezar el partido de la final de baloncesto, durante su transcurso y durante la celebración del triunfo de su equipo, olvidando sus penas, hayan gozado de una alegría, quizá la única en mucho tiempo, que ya nadie se la podrá arrebatar.
Hoy toca celebración, mañana será otro día y verá la tuerta los espárragos, que diría el otro.
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