Pedro Sánchez y su ampliamente demostrado síndrome de Diógenes que ya a nadie sorprende, porque todos le hemos visto utilizarlo con un pegote de maestría e inusitada frecuencia, como herramienta multiusos para alcanzar sus no más nobles propósitos. Al menos en su vertiente política. Versión que, como telón de fondo hasta el que se nos permite que alcance la vista que podamos leer con claridad el letrero en rojo sobre blanco que dice: "Aquí acaba lo que considero Políticamente Correcto. Después... Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos! Yo, Sánchez I el Trolas".
Así fue, utilizando tan vergonzoso síndrome,
cómo llegó el ciudadano Sánchez a conseguir trincar, no por propia valía personal, el sillón preferente de la Presidencia del Gobierno de España, traje que tan ancho y largo le queda.
Y así, satisfecho con el resultado, con el mismo método, lo sigue "trabajando" para mantenerse, yendo como fue, de aquí, a allá y a acullá, en rebusca de cuanta porquería le sea precisa poner para que platillo de la balanza se venza de su lado; material de deshecho en general que pudiera ser imaginado por la mas calenturienta mente humana.
Todo lo más asquerosos; aquello que normalmente resultaría repudiado por dañino o destruido por inservible para algo bueno y noble.
De manera tan singular -habrá quien piense que poco ética y totalmente amoral- fue capaz de acumular en torno a su "reggatoneante" corpore insepulto, el increíble guarrindongo sostén donde apoyar su desmedida ambición, sin que semejante "oficio" le llegara a proporcionar -lo que le ocurriría a cualquier ser humano normal- un grave episodio de sudores, escalofríos y arcadas sin cronológico final, mientras rebuscaba por los más sucios vertederos, los más despreciables basureros y en las más cochambrosas escombreras del país.
El asunto; el mal asunto es que mientras toda esas porquerías a él, a Sánchez I El Trolas, y a su amplia corte de inútiles les reporta abundantes e inmerecidos beneficios, al resto del país aguantar a esa peste añadida a la que ya venimos aguantado, nos obliga a vivir soportando tan deplorable peso sobre nuestras cabezas mientras desvergonzadamente nos hurgan en los bolsillos tratando de arramblar hasta con la calderilla.
Hay palabras que según por quien fueran dichas, observando el contexto en el que se está hablando ofrece una versión de sí mismas honorable y positiva o absolutamente horrorosa, negativa y deshonesta.
También se puede llegar a esa misma conclusión observando cómo es la palabra quien de una u otra forma señala, con claridad meridiana, a quienes hacen buen o mal uso de ella; quien la utiliza con respeto, y quien de manera zafia la viola.
Circunstancia que se da con frecuencia cuando alguien señala como ambicioso a Pedro Sánchez por como alcanzó el Poder (la "borrica" en la que llegó subido) político en España, y de la manera que lo está utilizando que, a ocioso suena de muy diferente manera que cuando se usara señalado así el empeño de Antoni Gaudí por concluir El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona; o grandes benefactores, como Fleming, Einstein; o la ambición de la gran mayoría de los empresarios que luchan a diario por mantener sus empresas y por la seguridad de todas las personas que forman parte se sus empresas, en circunstancias tan duras, como en las que se están dando con este gobierno sociocomunista.
Síndrome de Diógenes... Pero Diógenes... ¿es cierto que fue un tío muy inteligente?. Pedro Sánchez...
Eloy R. Mirayo.
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