No se cortó en su comienzo y ya, sin haber llegado hasta lo que puede llegar a ser, se ha convertido en un problema que puede acabar en tragedia de insospechadas consecuencias. Eso es el botellón.
"El botellón" nació en los últimos años del pasado siglo (¡coño; no se le puede culpar a Franco!). A los jóvenes españoles les pareció que para "socializarse" como aconseja la regla de las buenas costumbres que había traído a España la tan ansiada Democracia, no había otra manera que juntarse por la noche en cualquier plaza o calle, sin tener en cuenta a los vecinos y, alrededor de unas botellas de whisky y de ginebra, a morro, bebérselas hasta la última gota.
La única protesta fue la de los vecinos de aquellos lugares a los que les fue muy trabajoso coger el sueño, los que así pudieron; los demás, con ojeras arrastrando por el suelo, debieron acudir a sus obligaciones laborales sin haber podido pegar un ojo en toda la noche porque, según iba haciendo sus efectos el alcohol en el organismo de la juvenil tropa de aspirantes al necesario socializamiento los decibelios de sus conversaciones fueron alcanzando unos límites imposibles para el tímpano de las personas normales.
Ni los padres, ni los profesores, ni los medios de información, escrita y audiovisual, ni las autoridades hicieron uso -cada uno al nivel de su posición- de sus responsabilidades, y en vez de intentar corregir la inclinación del arbolito, todos llegaron a pensar que así, con esa estética, quedaba bien.
Borracheras indecentes que dan pie a peleas; heces y orines portales y entradas de comercios; ruido insoportable...
De poco, por no decir de nada, les sirve a los vecinos acercarse a las comisarías porque, además del buen trato y la comprensión de los funcionarios que les reciben, no consiguen más porque... ¡Los chicos y chicas tienen que divertirse! ¡Están en la edad! ¡ya sentaran la cabeza cuando sean mayores!
Las nuevas generaciones de jóvenes van llegando en sustitución y lo hacen en oleadas de mayor número y con mayor atrevimiento y si cabe, con mayor desparpajo y desvergüenza.
¿La autoridad de los padres? Para limpiarse el ojete. ¿Los profesores? Miran con intensidad hacia el Horizonte mientras silban la melodía del Puente sobre el río Kwai. Por llegar tan tarde: "La policía carga para disolver un botellón con más de 2.000 personas en Santiago de Compostela". Lo que hacen los medios de información es informar... "en la refriega resultó herido un policía municipal".
"Enorme botellón con 25.000 jóvenes congregados por WhatsApp en la madrileña Ciudad Universitaria" (recogido de ABC).
Ahora toca a las autoridades atacar al botellón utilizando drones, más agentes y, como a la Delegación le faltan cojones, en vez de hacer cumplir la prohibición de beber en la calle, después del despelote del botellón en la plaza Vázquez de Mella, (ahora, plaza Pedro Zerolo).
"El ruido hace temblar la cama" dicen los vecinos y, como solución de la Delegación, lo que se propone es obligar, como en los establecimientos públicos, a poner un cartel con el número máximo de personas permitido.
Eloy R. Mirayo.
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