jueves, 4 de marzo de 2021

FLACIDEZ TEMPERAMENTAL.

 Embustero, vago, chalán, tramposo, cínico, falso, traidor. 

Por si solas, sin tomarse el trabajo de aportar más "perlas" para enfilar el que podría ser interminable collar -en grupo ni te digo- son características que descalificarían a cualquier gobierno de los muchos que van haciendo sus hazañas más o menos confesables sobre la faz de la Pacha Mama. Todos, menos uno que va dos pasos por delante del déspota venezolano.

A pesar de no ser meticuloso -me falta ciencia-, ni dedicado observador crítico, sino más bien un sencillo ser anárquico y algo despistado, después de tantísimos años vividos, lo que me permite hacer comparaciones, he llegado a la conclusión de que el ser humano, en los últimos cuarenta y seis años, al menos el que más conozco, ha sido mentalmente transformado hasta hacerle capaz de soportar todo lo que llegado desde el poder político le pueda dañar, hasta parecer refractario a lo que científicamente pudiera parecer física y psíquicamente insoportable. Pareciera no querer su perder su "cómoda posición", aunque se la intenten meter con engaños zafios y burdos ademanes.

Parece que nadie quiera que se le mueva el tupé un milímetro, aunque le mientan con el mayor de los descaros y el menor disimulo, todo parece valerle; si no se le incomoda y se le deja tranquilo, aguanta sin dar el mínimo problema. 

Si espera que le den cualquier cosa de las que cualquier gobierno ha de dar obligatoriamente y por vaguearía y dejación de funciones se lo retrasan sine die, si no se le incómoda y se le deja tranquilo, aguanta sin dar el mínimo problema

Cuando "toreándole con largas cambiadas", sus derechos e intereses, aplicándole el "Tocomocho gubernamental" lo dejan en bragas (¡y sin boina que cubrirse!) si no se le incomoda y se le deja tranquilo, aguanta sin dar el mínimo  problema. Y encima, va y les vota.

La noticia mañanera en los medios de comunicación es: cuatro millones son las personas que están apuntadas al paro; ochocientos mil ERTES; y los sueldos de los que aún trabajan, por los suelos, pero como no se les incomoda y se les deja tranquilos, aguantan en plena indigencia, sin dar el mínimo problema.

Para llegar a ese estado de flacidez temperamental ha debido ser necesario la creación por parte del sistema político de un proceso de individualización, con la intención de conseguir inhabilitar el natural instinto humano de autosuficiencia defensiva, alumbrando un sustitutivo colectivo oficial, al que recurrir, sujeto al "ser o no ser" atendido en la demanda. 

Para el común de los reducidos humanos que conozco, los pequeños problemas, esa ñoñada heredada del régimen anterior, han sido borrados arteramente en sucesivos empujones desde la más alta autoridad gubernativa, pasándose para ello en el relevo del sillón presidencial las diferentes tendencias políticas. Convirtiendo cualquier problema en un alto muro judicial al que para intentar solventar con alguna posibilidad de salir airoso ha de recurrirse a la contratación de un defensor togado. 

Para mayor desgracia del "paciente silencioso",  la pandemia provocada por el virus, covid-19, ha puesto en las manos pecadoras -no voy por lo religioso- de políticos desaprensivos los últimos vestigios de libertad, permitiéndoles darse a sí mismos el derecho de utilizar a su antojo la más criminal de todas las maldades, herencia soviética: el Confinamiento; la insalvable verja; la bola de hierro al final de la cadena puesta en el tobillo para que no se pueda salir de "gulag" que están edificando al otro lado de sus "dachas" al más sofisticado estilo galapagueño.

A mí, con más conchas que un galápago, me parece extraña la calma chicha de los sindicatos, todos los sindicatos existentes, pero de manera especial los sindicatos rojos: CCOO y UGT, lo silenciosos y sumisos -se echa de menos la Huelga General- que se están mostrando, ante la inacción del gobierno, en cuanto a la defensa de los puestos de trabajo que son de varias decenas de miles mensualmente los que se pierde, porque también son muchas las empresas, que obligadas al cierre durante meses, por el gobierno, arruinadas y con inasumibles deudas pendientes, van desapareciendo definitivamente, y por estar fuera de los intereses de un gobierno sociocomunista quedan obviadas a la hora del reparto de subvenciones; las que se consideran justas y necesarias y de muchas que son simples prebendas concedidas a commilitones de partido, camufladas y con algún mecanismo de retroceso directo al bolsillo dadivoso.

Eloy R. Mirayo.


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