La primera letra del alfabeto político, desde que la desvergüenza se hizo con la propiedad de la Democracia, y la domesticó para su propio beneficio, es mantener al gentío temeroso de manera universal, por todo lo conocido y, de manera especial, por todo lo desconocido que pudiera aparecer en su limitado horizonte.
La segunda letra de ese aberrante alfabeto es mantener al gentío entretenido, dando igual en qué, siempre que no afecte negativamente al interés omnímodo de la privilegiada secta Demopolítica, ya sea en cosas necesarias, importante y trascendentes o fútiles gilipolleces, ridículas tontunas y sonrojanes sanjuanás.
La tercera letra, igual de inalterable en su funcionamiento que las dos anteriores, es que nadie que haya comido en los pesebres democráticos, por inútil que hubiera resultado su concurso a la sacrosanta "hermandad", se le debe dejar marchar con los bolsillos vacíos o semi vacíos; suficientemente llenos han de ir, y con una buena jubilación vitalicia.
Todos conocemos infinidad de negocios, industriales, de comerciales y de servicios (incluyendo la prostitución y el carterismo y el narcotráfico) que no a todos los agremiados les va igual de bien, ni igual de mal; el triunfo y el fracaso es totalmente individualizado. Bueno pues he llegado a la conclusión de que el único negocio conocido que a todos cuantos de él dependen les va cojonudamente es: aaaaaa... ¡los políticos!. A unos y unas, no hay más que verles, de tres pares de testículos u ovarios;
a otros no tanto, pero es que hay que joderse; en un negocio que tanto se ha extendido y crecido exponencialmente en el número de sus manipuladores en los últimos cuarenta y dos años en España, nadie sale arruinado ¡Qué va! Los hay que hasta cobran de tres o cuatro cargos a los que han sido aupados, con independencia de sus conocimientos, que para eso están los amiguetes asesores y, sobre todo (¡qué sería de nosotros sin ellos!), los funcionarios de carrera, que suelen ser mucho más inteligentes que las vacías marionetas que brillan en las pasarelas políticas, y siempre demuestran estar más y mejor preparados.
Como me decía don Pedro: son tan insoportablemente soberbios -igual daba que fueran del PP, que del PSOE- que cuando me pedían que les escribiera un discurso, con ocho obligatorias propuestas que yo tenía que elegir y desarrollar, no les importaba cuales fueran; ni siquiera se les nota una brizna de vergüenza sobre lo que yo pudiera pensar de ellos. No les afectaba en absoluto su incapacidad intelectual; aparentaban estar tan a gusto con la "planitud" de su cerebro, aunque ni siquiera les permita tener unas pocas propuestas que ofrecer a quienes iban a escucharlas en su discurso y ni siquiera la opinión que expresaba desde el estrado, era su propia opinión.
¿Qué diría don Pedro si tuviera que bregar con los de ahora? Se lo preguntaré en breve.
Eloy R. Mirayo.
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