Seguro que lo habré dicho antes, pero con esta materia no me
importa ser más pesado que una vaca en brazos;
en este principio de mis creencias que me gusta
remarcar: entiendo que el trabajo y el dinero son socios imprescindibles para
la creación de una saludable economía.
El problema es que en la actualidad, de manera escandalosa,
el dinero (el Capital), se ha asignado motu proprio, una presencia privilegiada en esa sociedad,
relegando al Trabajo (al
trabajador asalariado) a una presencia, que en cine tiene la categoría de
"extra sin voz" que, si a mano viene, se desecha la longitud del
celuloide en el que pudiera estar presente.
Así es que esa beneficiosa sociedad, la ha roto el egoísmo; la avaricia; la usura.
Que son las tres
fotografías que identifican al duro y desalmado Capitalismo, monstruo capaz de
corromper y de comprar al Poder y que, desde la sombra, como a muñecos de
Guiñol, moverles a su conveniencia; usando esos cipayos aupados a altos y
medios cargos "oficiales" para hacer en su beneficio, todo el trabajo
sucio que consideren necesario.
Decía mi abuela Leonor que un rico y un obrero en el mismo
bosque, empleando sus propios recursos; el rico sus dineros y el obrero sus
manos; el rico, una vez que como único alimento se hubiera comido el papel
moneda, moriría a la intemperie, de hambre y frío; mientras que el obrero sería
capaz con sus manos y su esfuerzo físico de encontrar con que alimentarse; de
cubrir su cuerpo y hasta hacerse un chabolo para guarecerse del frío y la
lluvia.
Si se pretende que la fiesta termine en paz, alguien debería
asignar a cada una de las dos partes los beneficios bien ajustados.
Y no serán estos los Sindicatos que lastimosamente le han
salido al asalariado; defensor "judaico" (los que más que batallar por los
legítimos derechos de sus representados, nutriéndose económicamente, además de
las aportaciones de los trabajadores, del dinero "oficial"), que
coquetean y compadrean desvergonzadamente como putas baratas de "barrio
chino", con los amos del cotarro (esos que lideran la cabecera del
ranking, la clasificación -donde tanto golfo hay- de las gentes más ricos del
Mundo). Y es que cuando hace frío, se está más confortable al sol que más
calienta que a la sombra de la decencia.
Nadie en su sano juicio debe frenar a los inversores su
empeño, pero si debe racionalizar (vía impuestos) el excesivo volumen de sus
beneficios y, lo que sería de lo más importante, los salarios de quienes con su
trabajo, ayudaron a conseguirlos.
- Y cuando por la mañana abro los ojos, después de mirar con
amor a mi mujer, le doy las gracias a Dios por regalarme un nuevo día.
Eloy R. Mirayo.
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