No se si lo he dicho con anterioridad pero, si así fuera, no me resisto a repetir; y así lo haré cuando lo crea conveniente, hasta que Dios disponga de mi. La cosa es hacer confesión de que lo único que me produce envidia (no digo sana porque, además de ser una gilipollez, la envidia es envidia sin apellido, y punto. Ya me confesaré) es escuchar o leer a alguien que tiene el conocimiento, y sabe cómo ofrecérselo a los demás, de forma didáctica, amena, comprensible y exenta de pedantería.
Esas personas han sido mis ídolos; lo son ahora quienes así se muestran; y lo serán hasta donde llegue mi futuro, aquellos que reciban ese maravilloso don Divino, aunque alguno de quienes posean o lleguen a poseer esa Gracia, sean agnósticos o ateos. Siempre seré fan de Diógenes y jamás de Alejandro, rey. Por eso me enorgullece ser, más que amigo, camarada, de Rafael Carlos Estremera.
Estoy seguro de que ese tipo de personas son necesarias, siempre, en la primera línea de todo cuanto es necesario para el buen funcionamiento de una sociedad moderna; empezando por la enseñanza y terminando por los medios de comunicación, que tanto inciden en quienes hacen uso de ellos.
Solamente quienes saben cómo son; cómo se hacen y cuál es el punto de funcionamiento de las cosas, deberían ser quienes tuvieran la responsabilidad vigilar su funcionamiento.
Algo tan lógico como eso, está reñido con la Democracia, y no digamos con la Democaca de este país.
El funcionamiento del sistema democrático, como todos sabemos, está en manos de los partidos, que quizás no estaría mal -aunque yo piense que hay cosas mejores- si los partidos políticos en vez de estar trufados de golfos y de todo tipo de sinvergüenzas; gentes sin ningún tipo escrúpulos que usan el sistema como algo propio, se nutriera exclusivamente de esas personas por las que yo siento envidia y total admiración: los que tienen conocimientos que demuestran y que generosamente los comparten indiscriminadamente con quienes no llegamos a eso; esos que de natural son respetuosos con la Nación en la que nacieron, y con sus nacionales; y además, son decentes de cintura hacia arriba, y de cartera.
Eloy R. Mirayo.
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