Lo que uno exige a los demás, es lo que uno se debe exigir a
sí mismo. Reconozco que es fácil hacer crítica a los demás -tan fácil que hasta
yo lo practico- pero, para ser honesto el crítico, ha de estar dispuesto en
todo momento a practicar la autocrítica. Y eso es lo que en estos momentos me
propongo cumplir.
Hoy entono el
mea culpa por haber estado confundido en cuanto a
creer que la sociedad de este país estaba dividida en dos clases muy
diferentes, aunque después, ambas clases fueran capaces de dividirse, como la
"muñeca rusa" en otras variadas subclases. Y así
lo hago porque no me duelen prendas (a excepción hecha de unos calzoncillos que
me compró pequeños de talla Julita, mi mujer, para quien no lo sepa, que cuando
los uso martirizan
"mis íntimas cositas") aceptar mis errores. Es una
gran equivocación pensar que esas dos clases se reconocerían como la clase
dirigente, una; y la otra como la clase sumisa y borreguil.
En cuanto a la clase dirigente, en la que en gran parte está
incluida la desvergüenza nacional y, ¡claro que si! algún político honrado,
honesto y trabajador, puede que haya, por hoy, sin que sirva de precedente, la
dejaremos estar, para dedicarnos a la reivindicación de la que equivocadamente
yo, la tenía por borreguil.
No es cierto, por mucho que se la vea tranquila y silenciosa
que no está activa; el engaño es malicioso. La tranquilidad y sosiego es,
simplemente, porque sabe que tiene en sus pies la solución para sus males
presentes y futuros; males de cualquier especie, incluyendo los de la salud, la
economía y lo laboral; incluyendo el horroroso PARO.
El problema de la
violencia de género; el problema de la delincuencia; el
problema de la inmigración; el problema de la Enseñanza; el problema de la
lista de espera en Sanidad; el problema de la corrupción política; del problema
de los desahucios; el problema de la pobreza en expansión; el problema de
ciertas enfermedades graves que por respeto a quienes las sufren no nombro; el
problema del separatismo; el problema de mi espalda y rodillas que me duelen un
montón; y, también presenta un grave problema que la parte de la sociedad que
tan sin disculpa he vilipendiado resolverá, es la
poquita comida que ponen en los platos, y lo caro que deben
ser, los lujosos -y no tanto- restaurantes nacionales.
Cierto que me ha costado, cuestión de inteligencia, pero al
fin se me ha encendido la luz: todos; absolutamente todos los problemas, por
dolorosos y difíciles que sean, los ciudadanos de este país, los solucionan
corriendo. ¡Si! Un chándal, o calzón y camiseta; una cinta
alrededor de la cabeza; y unas zapatillas deportivas, son la fórmula
maravillosa que "lo soluciona to". Y, es que aquello del
Lázaro en la solapa, ha quedado obsoleto; ya no mola.
Hace unos días fui al ambulatorio porque me cuesta coger el
sueño; "salga a la calle usted todos los días a correr durante una hora".
Al día siguiente volví por qué me dolía con frecuencia la cabeza; "salga
a la calle usted a correr todos los días durante una hora". Al día
siguiente del día siguiente, volví otra vez quejándome de colitis; "salga
a la calle usted a correr todos los días durante una hora..." Y, al
cuarto de hora tuve que regresar a casa a cambiarme de pantalón, calzoncillos y
hasta de calcetines.
¡La habilidad de los políticos para salvar responsabilidades
es inextinguible!
Eloy R. Mirayo.
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