No es posible; durante once meses haciendo jornadas de diez horas de trabajo, puesta la esperanza de que llegando el mes de agosto, podré reponer el físico, descansando a pierna suelta durante toda su longitud en el pequeño chalecito de nuestra familiar propiedad.
Vana esperanza, porque...
-Ahí hay una tienda de venta de mascotas.
-¿Que desea -pregunta educadamente el dependiente.
-¿Vende usted mascotas?
-Si, sí señor; tenemos variedad de reptiles, aves y, también de gatos y perros.
-¿Tiene usted perros?.
-Si señor ¿de qué raza lo quiere?.
-Raza... no se ¿de qué raza son los que tiene?.
-Tenemos cachorros de san bernardo; de foxterrier; yorkshire terrier; caniche...
-Vale, vale ¿ladran?
-¡Naturalmente! Son perros.
-Pero mucho, mucho.
- Pues, como corresponde a su condición.
-¿Cual de entre esas razas de perros es la que más ladra?.
-Señor; todos los perros ladran de manera natural pero, si a usted le molestan los ladridos de su mascota, lo que ha de hacer es educarle; nosotros le podemos proporcionar un educador que hará que su mascota no suelte ni un guau durante toda su vida.
-No, verá; lo que yo quiero precisamente es un perro que me asegure, prácticamente, las veinticuatro horas al día de ladridos estridentes.
-Perdone, pero no lo entiendo; lo normal es que cuando alguien compra una mascota es, para disfrutar de su compañía, no para sufrir.
-No, verá; es que yo vivo en un chalet totalmente insonorizado, por lo que por mucho que ladre el perro yo, ni flores; duermo como un lirón toda la noche, y parte de la mañana.
-Y ¿qué piensa hacer con el perro?
-Tenerlo suelto por la parcela todo el día y toda la noche, ladrando a pleno pulmón, jodiendo la marrana a los vecinos. Es que yo vivo todo el año en la urbanización y, casi todos los vecinos que tengo en derredor, son los gilís que van a sus chales a descansar del trabajo los fines de semana, y en agosto a broncearse y a reponer la energía gastada durante los anteriores once meses. El anterior perro que tenía, se murió hace una semana, era un perrucho hijo de cincuenta mil padres -como alguno de nuestros/as políticos/as- pero tenía el jodio un ladrido incansable, fino como un estilete, que mantenía es vigilia a la vencidas próxima, y a más de media urbanización. Me encantaba verles en el súper a la hora de la compra, con unas ojeras que les arrastraban por los suelos.
Y eso es lo que quiero; reponer sin merma la pérdida sufrida. Óigame; me jode ver a mis vecinos lo rápido que ha mejorado su cara, sonriente, y su físico erguido. Esto se está alargando y la verdad es que no me divierte su compañía. Vamos a ver ¿qué perro me recomienda, que cubra las expectativas.?
-Pues... Yo le aconsejaría que... Si, eso; no se gaste un puto euro porque la solución a su problema es tan sencilla como que, usted, su mujer, su puta madre y el cabrón de su padre se pongan a cuatro patas, cada uno en una esquina de su parcela, y no dejen de ladrar hasta que revienten.
Esto, quizás una miaja exagerado, es lo que las personas decentes y respetuosas de los derechos ajenos que queremos descansar en nuestra segunda vivienda, disfrutando al cuidando de unas cuantas macetas, tenemos que sufrir diariamente.
Los perros fijos de los vecinos, y los perros de los familiares o amigos que les vienen a visitar que, por estar en lugar extraño, ladran; ladran; y vuelven a ladrar (en estos momentos, las doce y media de la noche, el perro del vecino más próximo no deja de ladrar), invadiendo nuestro espacio auditivo.
Hace unas cuantas fechas un individuo amante de los perros, se lamentaba de la cantidad de perros que habían muerto en extrañas circunstancias. Hablaba de muertos colgados por el cuello; envenenados; o por abandono.
Matar de forma violenta o de hambre y sed, encerrados, me parece una atrocidad que ni siquiera, por insomnio provocado por sus ladridos, le deseo a ningún perro;
pero si comprendería, y hasta aplaudiría rabiosamente, dando saltos de alegría, que alguien lo hiciera con el amo.
Eloy R. Mirayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario