A estas horas nadie debería creer que yo me las esté dando
de politólogo (ciencia de nuevo cuño), porque de la manera más sencilla, en este blog, exprese con cierta frecuencia mi opinión que, por ser sobre cosas opinables, me creo con el mismo derecho que cualquier otra persona, por muchos títulos universitarios que sea capaz de poner sobre la mesa.
Los frustrados vaticinios de las empresas demoscópicas españolas, y de igual manera los vaticinios de la mayoría de los componentes de todas las tertulias de radio y televisión del país, me avalan.
Nadie, excepto el director del diario La Razón, don Francisco Marhuenda,
que aventuró 135 escaños, le daban al PP una cifra por encima de los 123 escaños alcanzados en diciembre.
Y es que nadie supo ver entre la barahúnda propagandista; insultos; chulería; y falta de respeto de los tres partidos derrotados, contra el presidente en funciones, el peso del fracaso que llevaban clavado en la punta de sus lanzas de ataque personalizado, sin que, en su profunda idiotez, solo comparable a su pedantería, fueran capaces de notar el peso.
Medalla de Madera al Mérito, que deberían mostrar obligatoriamente sobre su pecho (o sobre sus pechos), para su vergüenza y escarnio, tanto los políticos sorprendidos, como el coro gilipollesco de periodistas y tertulianos que tanto cantaron sus encantos.
Casi ocho millones de españoles sí que lo supieron detectar, y obraron en consecuencia, otorgándole -muchos prefiriendo quedándose en "Guatemala"- su ¿confianza? para que pueda representarles en los próximos cuatro años de expectante legislatura.
Los casi ocho millones de españoles (y yo, desde el otro lado del camino)
vimos claramente, no porque seamos extremadamente listos -entre tantos alguno habrá- que lo único que buscaban esas tres pobres criaturitas y sus, no menos pobres de espíritu, desmelenadas tribus, era quitar como fuera
de la presidencia del gobierno de España a don Mariano Rajoy Brey; no por miedo, que dicen algunos para quitar mérito, sino por fría analítica, y legítimo interés los ocho millones (y yo, desde el otro lado del camino) llegamos a la docta colusión de que, de los cuatro aspirantes -tan alejados en méritos intelectuales del cargo en litigio- solamente el señor Rajoy pujaba con cierto sentido patriótico (entre comillas) por la gobernación de España. El único que hablaba de reducir el paro; el único que hablaba de luchar contra los restos de la crisis; el único que de manera clara se interesaba mejorar la economía en general.
Haría falta que le acompañará el acierto;
lo que sería bueno para todos. ¡Ah! Y para todas. Casi se me olvida.
Y por eso ellos, los casi ocho millones, recuperando algunos la inteligencia, le votaron, votando a un tipo de incipiente y tambaleante equilibrio; esperando su pronta consolidación.
Porque sé que les jode en profundidad, no porque a mí me llene de especial alegría y goce, hay que decirles alto y claro al rojerío nacional y al nene Rivera, que las papeletas de los votos que entraban en las transparentes urnas hasta lograr los 137 escaños, todas, llevaban implícitas, aunque invisibles, las iniciales MRB.
Mariano Rajoy Brey.
No creo que don Mariano sea la persona con la necesaria jerarquía intelectual necesaria para lograr los mejores augurios para España; pero, en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey.
Eloy R. Mirayo.
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