A esto hemos jugado los niños que formamos las generaciones más pacíficas de la Historia de España, sin sentir influencia de la guerra de Liberación (1936-1939).
Las espadas de madera, los tambores de hojalata, las pistolas de plástico y jugar a policías y ladrones -que siempre ganaban los buenos-, según decían las mentes lúcidas del soterrado "progresismo rojizo" de los últimos años del franquismo, había que abolirlo, porque podría empujar a los niños hacía la violencia (el progresismo se quedó en eso, menos mal, porque a los machos de muchas especies les capan para dejarles
más apaciguados). Y fue desde entonces que tanto las niñas como los niños, fueron instruidos para poner en marcha todos los ingenios que funcionan en las cocinas, a fregar, a planchar y hasta a cocinar. Bueno, si; ya sabemos que las niñas, quizás hartas por generaciones metidas en esos asuntos, han decidido huir de ellos, sin ningún interés por volver.
Y lo lograron; lograron que los niños dejaran de jugar con espadas de madera y pistolas de plástico e hicieran vainicas, bodoques y pespuntes pero, como el "progresismo rojizo" no es inteligente, luchó denodadamente hasta convencer a los progenitores memos, para quitar de las manos de sus infantes las incruentas armas, pero no ha sido capaz de descubrir la violencia y gran peligrosidad de todo tipo, que generan muchos de los videojuegos con los si les permite jugar a matar a personas; tampoco han sido capaces de evaluar los peligros de los modernos ingenios electrónicos.
Los videojuegos violentos destruyen la compasión.
Psicoterapeutas alemanes demandan prohibir los "juegos de asesinatos". En auge los Killer games que destruyen la misericordia.
Los que Dios nos dio la capacidad de guardar en la menoría los aconteceres vividos, tenemos la posibilidad de hacer comparaciones con este presente raro algunas veces y dañino otras, que nos va llegando desde el futuro. Gracias a ese don divino, y con la inteligencia necesaria, sacamos las conclusiones pertinentes en cada uno de los sucesos que se nos presentan cotidianamente con extraña normalidad.
En mi corto periplo educativo (4 años), conocí tres colegios y recibí enseñanza de cuatro profesores -don Cirilo, don Antonio, señorita Pepita y su marido, don Luis; y, ya fuera de las aulas, don Rafael Carlos Estremera-. Se que es poco tiempo; pero si quiero decir que nunca he visto a nadie, y en uno de los colegios, muy grande, había desde párvulos a gente preparando el examen de Estado, revolverse indisciplinadamente contra un profesor. Y he visto cachetear a alumnos que se afeitaban la barba.
La llegada de la Democaca es una de las peores cosas que le podrían pasar a la Enseñanza, los enseñantes y los enseñados. Para lo que representa la Enseñanza la presencia de las asociaciones, las APA de los cojones, es un cáncer con rabiosa metástasis; a los enseñantes el "sistema" les ha abierto las puertas hospitalarias por daños físicos y psicológicos; para los enseñados, ha resultado fatal, porque no reciben, salvo una minoría, la enseñanza a la que tienen derecho, junto a la autodisciplina y preparación para enfrentarse a los lógicos problemas de todo tipo que les planteará su futuro.
Ayer, en Barcelona, una criatura de trece años ha asesinado a un profesor y herido a cuatro personas. ¿Que es lo que la política ha traído, que hace que una criatura de trece años se vista con traje de camuflaje y ataque con intenciones asesinas a cinco personas, portando un puñal, una ballesta y un "cóctel molotov"?.
Habría sido mejor que su instinto guerrero se hubiera conformado con una espada de madera y una pistola de plástico.
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