No es cierto que la ley Penitenciaria tenga agujeros como un queso de gruyere por donde se escapan los delincuentes, sino que los agujeros los practican los profesionales de la Justicia.
Otra vez, con el caso del pederasta Antonio Ortíz, se comprueba la ligereza con que actúan algunos jueces, y no es porque la ley les obligue.
¿Quien es el responsable de que semejante individuo, delincuente habitual estuviera en libertad antes de haber cumplido la sentencia que le fue impuesta? No fue la Ley Penitenciaria, sino alguien que, por pasar por encima de la Junta de Tratamiento en la prisión y del juez de Vigilancia Penitenciaria, que tenían la opinión de que Antonio Ortiz seguía siendo peligroso. Alguien de la Audiencia Provincial, saltándose a la torera la oposición de la Junta de Tratamiento, desde la lejana comodidad de un despacho de la Audiencia Provincial -¿por qué intereses?- decidió aplicar a esa fiera corrupia, que mejor estaría ajusticiado que en la cárcel, la libertad, al haber cumplido las tres cuartas partes de la sentencia y haber observado durante ese periodo de tiempo un buen comportamiento. ¿Buen comportamiento? Claro; por que no hay niños jugando por los pasillos entre celdas, ni en los patios de la cárcel.
Alguien, si este sistema político en vez de ser la mierda que es, fuera un sistema serio y con deseos de hacer las cosas bien, debería crear un grupo de seguimiento formado por juristas reputados, que investigaran las extrañas decisiones que se están tomando por algunos órganos de la Justicia, que inexplicablemente benefician a los delincuentes. Una lástima que las víctimas no sean ellos.
Hoy, los medios escritos señalan tres casos, como muestra de otros muchos, que son sangrantes:
Está demostrado por infinidad de casos, que la reinserción de estos malvados delincuentes no se consigue con la cárcel, pero mucho menos dejándoles en libertad, a su libre albedrío, manteniendo todo su potencial de agresividad. Hay quienes abogan por la castración, que "extirpe" la libido; pero está demostrado que esa práctica no resta peligrosidad a esta clase de delincuentes porque sus actuaciones no solamente las impulsa un perverso deseo sexual; también en un altísimo tanto por ciento, les impulsa el deseo de sentirse poderoso ante la víctima, por lo que en muchos casos el asesinato sigue a la violación, como un acto totalmente disociado, pero que igualmente les produce placer.
Psiquiatras, Psicólogos y sociólogos están convencidos de que a estos delincuentes no hay forma de que se les pueda recuperar para la sociedad. Son seres tarados a los que el castigo lejos de reformarlos, les incentiva en sus bajos deseos. Si esta gente son un peligro constante ¿no seria mejor extirparles del gran cuerpo social?
¡Pena de muerte! Esa si que sería una magnífica consulta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario