Los españoles estamos empezando a darnos cuenta de algo verdaderamente extravagante. No puedo afirmar que seamos todos los españoles, pero si muchos -varios millones-, los que nos sentimos discriminados por no pertenecer a ninguna de las corrientes (gays y lesbianas escandalosas/osos -no generalizo-, "progres", drogatas y democacas de todo pelaje), que circulan a plena aceptación, como fiel imagen de la oficialidad de esta Democaca.
Muchos de vosotros, los que estáis al otro lado de la pantalla, como yo, pertenecemos, como los humanos de "El Planeta de los Simios" (patriotas, católicos y heterosexuales), a una
, civilización a punto de extinguiese junto a los más humanos de los valores; empujados por una descivilización de neosimios,
sin otros valores que el vacío religioso; el poder; la ambición acaparadora; la fornicación ("se infiel y no mires con quien"); y el dinero. Los cinco componentes de este asqueroso póquer, en sus peores versiones.
El Poder no es perverso en si mismo, sino quien lo emplea de forma perversa.
El Vacío religioso, no es perverso, si es que se suple con acciones perversas contra quienes tienen creencias religiosas.
La ambición en si misma no es perversa, si no es que se emplea de forma artera, en beneficio propio y en perjuicio para los demás.
El Sexo no es una práctica perversa, si la fornicación, sino la placentera forma de reproducción que, siendo seres humanos, no tiene que ser de manera impúdica, ante los ojos de la gente, como viene haciéndolo algunos "progres" en plena calle.
Solamente es perverso, cuando se practica haciendo uso de elementos perversos, o cuando se practica con violencia en contra de la voluntad de la otra parte.
La ambición no es una desviación perversa del comportamiento, cuando se pone a favor del mejoramiento intelectual y profesional; cuando desde cargos de responsabilidad, se pone un ambicioso empeño en conseguir un mejoramiento general, sin usar modos dañosos para otros; mientras la ambición, no se disfrace de perverso acaparamiento.
El dinero no es el producto de un perverso invento, sino una de las herramientas que mueven el progreso, necesario para perpetuar (hasta que Dios decida otra cosa) la presencia del ser humano sobre la tierra, y su infinito desarrollo intelectual.
Pocas cosas existen en este mundo que sin la participación de la mano del hombre, alcancen el grado de perversidad.
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